El tiempo puede llegar a cambiar tanto que hasta duele. Se que sabías que algún día llegaría esto y rogarías volver atrás, ver el punto en el que tu determinación se quebró dividiendo toda esa fuerza en miles de pedazos que quedaron ahí tirados esperando a ser recogidos. Y así quedaste, en estado de ingravidez viendo como toda la vida pasaba delante de ti, sin saber si no querías salir o era que simplemente no podías. Por eso aprendiste a vivir en el recuerdo, la manera más fácil y dolorosa de vivir. Echando de menos cualquier ápice de esperanza y el mínimo signo de cordura y normalidad en una vida que ya no era la misma. Y por eso echo de menos todo lo que pensabas y eras. La nada y el todo, la luz, el color, la esperanza y sobre todo la voz. La rabia de querer volar y el miedo a caer al menos algún maldito lado. Los recuerdos y el olor de los atardeceres lluviosos, hasta la jodida ventana desde la que mirabas a todas horas el humo de las chimeneas y las nubes blancas. Sigo buscando el momento de volver a encontrarte y con ella mi buena suerte. Y seguir así más años, sin daños y sin perderme.
Me gusta tu forma de plasmar la añoranza por lo perdido, en ese insomnio de la noche que te hace mirar por la ventana y recordar vestigios del pasado que quisieras traer de nuevo al presente.