Hasta en lo más nimio
hay poesía; en la
rutina diaria, en abrir
la ventana cuando
sale el sol, limpio
y radiante, cada mañana.
Y también en atardeceres
tiernos que cierran con
su efímera luz mi
sonrisa diaria y mi desvelo
para curarte de todo, hasta
de tu más escondido anhelo.
Y hay poesía en la dulce
caricia del viento
en mi cara
cuando salgo a caminar
buscando en el
bosque vecino el
necesario consuelo
que me libre
de todo este duelo.