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La Casa de la Colina 20

Esa invitación me hizo recordar épocas pasadas; aquellos atardeceres oscuros, cuando el invierno se aposentaba en nuestras vidas y en nuestras almas y hacía que nos replegásemos en nosotros mismos y que nos refugiásemos en el calor de aquel piso pequeño y escondido, donde bastaba una taza de chocolate caliente y una manta para guarecer nuestro amor. ¿Habían pasado solo diez años? Lo dudaba; más bien parecía que había sido una vida entera. ¿Estaba yo preparada para compartir de nuevo el mismo techo que Lucas? Todavía me seguía estremeciendo al oír su voz y por más que me engañase a mi misma, o lo pretendiese, aún significaba algo en mi corazón, llenando un vacío que nadie había podido cubrir en todo ese tiempo.
-¿Me has oído, Marta?-me urgió. Haz la maleta, no tenemos todo el día.
-¿Por qué no puedo quedarme aquí?-le propuse
-Porque son mis condiciones. Y si de verdad estás en peligro sería como quedarte en la boca del lobo, ¿no?
-Pero no quiero molestarte. Tal vez…
No me dejó seguir.
-Vivo solo, así que no tengo que darle explicaciones a nadie. No necesitas ser tan comedida. Te advierto que no tengo todo el día, así que date prisa.
-Dime donde vives y yo iré luego, en mi coche.
-No, señora. No le vamos dar más pistas a Jaime. Tu coche se queda aquí y tú te vienes ahora conmigo. Vamos, rápido-me urgió. Quiero llegar pronto a casa; estoy deseando darme una ducha y cambiarme de ropa.
Subí corriendo y guardé en una maleta lo más imprescindible. Todavía recordaba que a Lucas no le gustaba que le hiciesen esperar. El ya estaba fuera, en el coche. Evidentemente, no estaba casado ni tenía niños, porque conducía un deportivo de dos plazas, algo impensable en un padre de familia. A medida que avanzábamos intentaba tranquilizarme y ver las cosas desde la distancia; yo estaba en peligro y su deber, como policía, era protegerme. No había más. Para que el silencio no se hiciese demasiado pesado entre nosotros le pregunté en donde vivía.
-Muy cerca de aquí; en el pueblo de al lado. Lo raro es que nunca hayamos coincidido.
-No suelo salir mucho. Y como trabajo en casa, ni siquiera tengo la excusa de salir a trabajar.
-Ya se que te va muy bien con tus libros.
Me asombré de que supiese a que me dedico. A excepción del último libro y del que ahora estaba escribiendo, todos los demás habían sido cuentos infantiles. No me imaginaba a Lucas leyendo cuentos para niños. Parece que me hubiese adivinado el pensamiento.
-Confieso que he comprado todos tus libros. Para mi sobrino-aclaró.
-¿Esther ha tenido hijos?-recordaba claramente en este momento la cara de su hermana pequeña, a la que llegué a conocer cuando estábamos juntos y con la que me llevaba muy bien en aquel tiempo.
-Tiene un niño de cuatro años, que es mi ahijado, además. Y algún fin de semana que sus padres querían salir se ha quedado en mi casa. Tus cuentos me ayudaron a que se durmiese.
-Vaya, no te imagino cuidando niños pequeños.
-Pues se me da bien-me dijo sonriendo. Y aparté la mirada, porque en aquel momento su sonrisa me trajo recuerdos de otros tiempos en los que no nos peleábamos a cada minuto.
Llegamos enseguida a su casa, que estaba a las afueras del pueblo, lindando ya con el bosque. Fue él quien bajó mi maleta y me invitó a que pasase. Miré a mi alrededor. Todo estaba inmaculadamente limpio y ordenado, pero parecía un hotel más que una casa. No se veían fotos ni cuadros, ni una planta siquiera. Era un lugar totalmente impersonal, como si nadie viviera en ella.
-¿Te has mudado hace poco?
-Hace ya cuatro años. ¿Por qué lo preguntas?
Me encogí de hombros; pensé que tal vez se molestase, pero de todos modos acabaría encontrando el motivo para molestarse conmigo, dijese lo que dijese.
-Porque parece un hotel, una casa de paso.
-La verdad es que solo vengo a dormir; me paso en la oficina la mayor parte del tiempo. Voy a subir a ducharme, y mientras tanto puedes instalarte. Ven, te enseñaré tu habitación. Aparte de Martín, mi sobrino, nadie la ha usado. Ponlo todo a tu gusto. Y supongo que habrá que comprar comida; solo tengo lo imprescindible para desayunar, yo no suelo comer en casa; siempre tomo algo cerca del trabajo.
-Hablando de trabajo…
-Me debían días de vacaciones.
Se marchó hacia el baño; y yo me quedé pensativa. Si había tomado los días de vacaciones que le quedaban era porque desde el principio había pensado en ayudarme. Entonces, ¿por qué se había molestado en hacer toda aquella comedia? ¿Tal vez para hacerse de rogar? ¿Para exasperarme?
Decidí que no era momento de preguntas, él sabría sus motivos. Seguí leyendo el diario de Jaime, intentando buscar alguna explicación a su cambio de actitud, aunque quizá siempre fue igual y yo no supe verlo.

" El sótano seguía siendo como un imán que tiraba de mi, y aunque en cierto modo me diese miedo todavía bajar y pensar que me encontraría con aquella extraña presencia, bajé. Era más fuerte el deseo de conocer cosas de su vida anterior y los motivos que le habían impulsado a matar; pero sobre todo quería saber que era lo que había sentido cuando mató por primera vez. Yo todavía no conocía esa tremenda experiencia, pero algo me decía que no tardaría mucho en probar en mis propias carnes ese sentimiento, que aunque desconocido, lo adivinaba poderoso y fuerte, como un chute de adrenalina.
Aproveché una tarde que Marta había ido a la ciudad a reunirse con su editor. Bajé despacio y me senté en el mismo sofá desvencijado de las otras veces. Intenté respirar acompasadamente, pero era consciente de que estaba nervioso, aunque fuese la tercera vez ya que estaba en aquel lugar. No me di cuenta de la presencia de Alvar hasta que me tocó el hombro con una enorme mano que me apretaba como una llave inglesa.
-Mi querido muchacho-me saludó con voz meliflua pero en la que se adivinaba una maldad escondida. ¡Cuánto me alegro de verte! La vida en este lugar es muy aburrida, nunca tengo a nadie con quien hablar y por eso espero tus visitas con ansia. Pero creo que a ti también te gusta venir a verme. Huelo tu miedo a lo lejos, pero bajo ese temor también hay un deseo muy fuerte de saber, de conocer de cerca la maldad. Dime, querido Jaime, ¿eras tú de esos niños que disfrutan haciendo sufrir a los animalillos domésticos? ¿O quizá preferías atemorizar a tus compañeros más débiles?
-Ni una cosa ni la otra-le respondí con la boca seca.
-Vaya, pues peor todavía, porque si llevas tanto tiempo reprimiendo la maldad, cuando salga será igual que si descorchas una botella de vino espumoso. Y dime, ¿cómo te va la vida? ¿Has pensado ya en deshacerte de tu mujer? Ya sabes que nunca te amará como ama todavía a Lucas de la Vega. Creo que para tener paz en tu vida deberías matarles a los dos. Y te diré más, él debería ser el último en morir, así sufriría doblemente al verla irse a ella primero.
-Nunca he pensado en matar a mi mujer. La amo-le respondí, aunque evitando su mirada. Sabía bien que no estaba siendo sincero, o al menos no del todo. Era verdad que amaba a Marta, pero también lo era que muchas veces, en la quietud de la noche, cuando yacía sin poder dormir, había planeado mil maneras de matarla, como venganza a su incapacidad de amarme. No entendía como podía, a través de los años, seguir manteniendo el recuerdo de ese hijo de puta.
Dejé de pensar cuando oí la risa sarcástica y profunda de Alvar, burlándose de mí.
-Pobre Jaime. Intentas engañarte a ti mismo, tal vez, porque a mi no me engañas. Claro que has pensado en la muerte de tu mujercita. Y no una vez, sino cientos, o más bien diría que miles. Y no hay de qué avergonzarse. Harías bien en vengarte de los dos. Se lo merecen. ¿Quieres que yo te cuente como me deshice de mi mujer? A eso has venido, según creo; aunque no te atrevas a decírmelo".
Beth13 de noviembre de 2010

9 Comentarios

  • Norah

    -Porque son mis condiciones. Y si de verdad estás en peligro sería como quedarte en la boca del lobo, ¿no?,en verdad me preocupa y mucho Marta, creo que se debate entre dos lobos, deberá sacar la guerrera, beso grande..


    14/11/10 11:11

  • Beth

    Es que el Lucas, no se por qué, me ha salido brutote y díscolo y no consigo meterle en cintura. Mira que mis "chicos" siempre son tiernos y este me sale cardo borriquero. Ays, cosas de la inspiración del momento

    14/11/10 11:11

  • Norah

    Haha, me has hecho reir, pues Lucas se te rebela..., haz que Marta use eso para su seguridad, beso.

    14/11/10 05:11

  • Beth

    Si, nunca me había pasado. Incluso una amiga me reprochaba hace poco que mis personajes masculinos no eran creíbles de tan perfectos, que en la vida real no había hombres de esa manera. Pero éste hombre va cargado de defectos. En fin, supongo que Marta será capaz de domarle

    14/11/10 06:11

  • Norah

    En verdad, me parece buena señal, el que Lucas haya roto tus moldes, intuyo que enriquecerán la historia, beso.

    14/11/10 08:11

  • Nemo

    Me gusta el personaje de Lucas; con un pasado de una forma y un presente de otra forma.
    Le seguimos...

    24/11/10 04:11

  • Beth

    Es que han pasado diez años y me imagino que su profesión y los simples avatares de la vida habrán tenido mucho que ver. Gracias por detenerte a leerlo. Un saludo

    24/11/10 05:11

  • Serge

    Beth:
    Amiga de la mirada, ese Alvar me da mucho miedo y al parecer Jaime es muy influenciable y puede llegar a cumplir todo lo que le proponga ese fantasma.
    No quiero que le pase nada a Marta.

    Saludos.

    Sergio.

    24/11/10 05:11

  • Beth

    Pues entonces tendremos que confiar en Lucas y en Sergei para que cuiden bien a nuestra pobre Marta

    24/11/10 05:11

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