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La Casa de la Colina 31

¿Qué podía decirle? No me fiaba mucho de que mi voz aguantase la emoción y pudiese contestarle de manera serena, así que me limité a mover la mano, quitándole importancia. Este hombre me estaba desestabilizando por momentos. Tanto podía estar insoportablemente grosero como volver a ser el encanto de chico del que me había enamorado. Y en la habitación de al lado dormía un niño inocente que me había dicho que una foto mía estaba en su cuarto, o que hablaba de mí como de una princesa de un país mágico. ¿A qué estábamos jugando? Desde luego, no era el momento de perder el tiempo con juegos, no mientras mi vida corriese peligro.
-Esta noche dormirás en mi cuarto.
-Claro que no, dormiré en el sofá.
-Es mi casa y yo decido donde duerme cada quien.
-Es tu casa, efectivamente, y por eso no voy a quitarte tu cama. Además, ese sofá es demasiado pequeño para ti, pero adecuado para mi tamaño.
Se levantó para echar otro leño al fuego, y removió un poco con el atizador. La ligera luz que se desprendía de la chimenea hacía que de sus ojos se desprendiesen chiribitas que me recordaban tiempos lejanos, cuando estábamos tan cerca el uno del otro que no necesitábamos hablar para comunicarnos.
-He dicho que no, y es mi última palabra.
-Quizá estés acostumbrado a hablar así a la gente que tienes a tus órdenes, pero ni tú eres un general ni yo formo parte de la tropa. Así que yo dormiré en el sofá.
Negó con la cabeza, y sin decir nada más encendió un cigarrillo y cruzó las piernas indolentemente, balanceando el pie derecho enfrente del fuego. Era una de sus posturas clásicas, que al parecer seguía conservando con el paso de los años.
-Quizá pienses que soy un bruto y es probable que estés en lo cierto, pero mis padres me educaron bien, y un caballero no deja que una dama sufra incomodidades.
Su terquedad podía conmigo, ya no sabía de qué manera convencerle, y todavía me pregunto cómo se me ocurrió una idea tan descabellada. Creo que en aquel momento lo hice tan solo con la tonta idea de provocarle, pensando que se echaría atrás sin pensarlo.
-Bien, sea como tú dices. Dormiré en tu cama.
-Así me gusta, que te dejes guiar y no seas tan terca.
-Pero la compartiremos, esa es mi condición. Yo tampoco voy a dejar que tú pases incomodidades; más que nada porque te necesito entero y con la cabeza en su sitio para seguir trabajando mañana en el pequeño asuntillo que tenemos pendiente.
Dio una calada a su cigarro y me dirigió una mirada de soslayo, con una sonrisa burlona pintada en la cara.
-Acepto. No será la primera vez que compartimos cama.
Supongo que la sorpresa y el miedo se debieron de reflejar en mi rostro, porque se echó a reír suavemente. Yo simplemente había soltado ese farol pensando que me iba a mandar a freír espárragos, no que dijese que si.
-Cuando no sepas cómo acabarán las bromas, no las hagas-me aconsejó, palmeándome la mejilla como haría con su hermana pequeña.
-Bueno, eso, que era una broma-le dije sin mirarle. Que me quedo a dormir en el sofá. Dime donde puedo conseguir una manta y una almohada.
Pero me tomó de la mano y tiró de mí sin contemplaciones para levantarme del sillón.
-Ah, no, señora mía. Una palabra es una palabra. Compartiremos cama; me lo has propuesto y he aceptado. Venga, en consideración a que eres mi invitada te dejo el primer turno en el baño. Mientras tanto, recogeré todo esto y le echaré un vistazo al niño y al gato; que al parecer te ha abandonado.
-Ese parece ser mi sino-le contesté aviesamente, encogiéndome de hombros. Debí de haberme encontrado con una gata. Los machos no tienen sentido de la fidelidad; en ninguna especie, me temo.
A pesar de que no las tenía todas conmigo, no quise mostrarme acobardada delante de él, y fui la primera en acostarme. Me había llevado el dichoso diario, que se había convertido en mi sombra, a la cama. Recordé que antes Lucas solía dormir solo con pantalón de pijama, pero esperé, por el bien de los dos, que se hubiese puesto también la chaqueta. Nuestra vida anterior poco tenía que ver con la situación actual, en que no éramos desconocidos, pero tampoco manteníamos la relación de antes. Su cuarto era bastante espartano, como toda la casa; con los muebles justos y necesarios para la comodidad diaria, pero sin pensar en adornos ni florituras. Estaba tan alterada que no me enteré de nada de lo que leí, o más bien fingí leer. Sentí algo de alivio cuando él llegó, correctamente vestido con un pijama completo. Se acostó a mi lado, pero a cierta distancia y me echó una mirada burlona.
-No te aconsejaría leer esa bazofia antes de dormir, luego tendrás pesadillas.
Cerré el diario y lo coloqué encima de la mesita.
-¿Martín duerme?
-Como un tronco. Una vez que se acuesta ya no suele despertarse en toda la noche. Y además, tu gato está de guardián; me pareció que también dormía, pero nada más entrar yo se ha puesto en guardia. Creo que ha encontrado ya a alguien de quien cuidar, y parece que le resulta más divertido que tú.
-Ya te expresé mi opinión sobre los machos de cualquier especie-le contesté con voz dura. Pero él no se dio por aludido.
-¿Qué ha sido de tu guardaespaldas?
Sabía perfectamente a qué se refería con esa pregunta, pero me hice la tonta porque por nada del mundo deseaba que pensase que en diez años no había hecho otra cosa que recordar nuestra época juntos.
-¿Ya te has olvidado de tus escapadas nocturnas en los veranos? Decías que ese árbol era tu guardaespaldas, que sus ramas parecían tener escalones para que te fuese fácil llegar al suelo. ¿Lo has cortado?
-Más bien me vi obligada. Hace ya años hubo un incendio bastante importante que empezó en lo que eran las antiguas cuadras de la casa, y el árbol quedó muy dañado; no hubo más remedio que talarlo. Me dio pena, pero era necesario.
Intenté que mi voz sonase totalmente normal, pero la situación me resultaba del todo extraña; hablando de esa época con Lucas, y acostados en la misma cama. Intenté apartar esa idea de mi cabeza, y pensar que simplemente era como si estuviésemos sentados en el mismo sofá. Pero no era exactamente igual, porque a veces sus pies desnudos rozaban los míos, y me parecía estar recorrida por una descarga eléctrica.
-¿Quieres que hablemos?-me preguntó sin mirarme.
-¿De qué?
-De todo lo que pasó, de lo que debimos haber hablado en su momento.
A mi pesar me puse rígida y él lo notó, lo sé.
-¿De que valdría, Lucas? Ya han pasado diez años y muchas cosas.
-Si, pero yo necesito respuestas. No se si a ti te pasa, pero quiero saber, necesito aclarar unas cuantas cosas, aunque sólo sea para cerrar de una vez ese capítulo de mi vida.
-¿No lo has cerrado?
Se giró de costado e hizo que yo también me girase, y nos quedamos frente a frente, mirándonos, midiéndonos con franqueza como hasta ahora no lo habíamos hecho.
-No, no del todo. Es curioso, pensé que si, que eras una parte de mi vida que pertenecía al pasado, pero ha bastado volver a verte para empezar a recordar cosas, a preguntarme por qué sucedió todo, y a dejar de tener paz. Y quiero acabar de una vez con este tormento. Quiero explicaciones, quiero entender, y quizá así pueda encajar las piezas y lograr perdonarte.
Me incorporé para mirarle mejor.
-¿Perdonarme? ¿Yo soy la que necesito ser perdonada? Sigues teniendo una cara muy dura, Lucas de la Vega, y eres el mismo arrogante de siempre. Te recuerdo que no fui yo quien se acostó con otro.
El también se había sentado en la cama y también me miraba de manera retadora. De nuevo parecíamos dos gallos de pelea. Pero esta vez, reconozco que Lucas fue más ecuánime que yo. Volvió a poner la cabeza en la almohada, y tiró de mí para que me acostase a su lado de nuevo.
-Volvamos a empezar. Quiero saber muchas cosas, quiero que hablemos, para que podamos perdonarnos mutuamente todo el daño que nos hicimos. ¿Te parece mejor así?
Hice un gesto de duda. No estaba totalmente de acuerdo, porque no me parecía comparable su engaño con mi enfado. Aunque, pensándolo bien, quizá el detalle de no haberle contado lo del niño, hacía que mi propia culpa en todo el asunto subiese unos cuantos puntos. Me decidí a colaborar, y me armé de paciencia. No se por qué, pero se me antojaba que esta sería una noche muy larga. Y me preguntaba cómo acabaría.
Beth21 de diciembre de 2010

5 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Toc, Toc, Toc; miau, miau, miau; interrumpo jejejejee...
    Amita no te enojes yo te seré fiel hasta el final, sólo que tengo que cuidar al niño, no le hagas caso a lo que dice ese Lucas.
    No quiero pensar en que terminara la noche; pero ustedes son dos personas adultas.

    Un gusto leerte y formar parte de tu historia.

    Sergei.

    21/12/10 02:12

  • Beth

    Gracias, Alteza. Es también para mi un honor tenerte de gatito perdulario, aunque te hayas ido esta noche con Martín, pero bueno, al fin y al cabo, no todo el mundo puede tener de "nanny" a un hermoso gato

    21/12/10 04:12

  • Norah

    Yo simplemente había soltado ese farol pensando que me iba a mandar a freír espárragos, no que dijese que si, me has hecho reir Beth, estoy ansiosa en verdad, por saber como termina la charla...beso grande.

    21/12/10 05:12

  • Beth

    Habrá que esperar, querida Norah. Puede que al final acaben arreglándose o puede que lo empeoren todo. Ya veremos...

    21/12/10 05:12

  • Norah

    Ufa, querida amiga, no nos hagas esperar demasiado, beso.

    22/12/10 04:12

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