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La Casa de la Colina 35

Al instante dejamos de hablar del tema y nos pusimos a preparar el desayuno. Esther y su marido llegaron a media mañana para llevarse a Martín. Ricardo y yo fuimos presentados. Me pareció simpático, y me alegré de que aquella mañana hubiese alguien más en la casa, quizá porque nuestro pequeño acercamiento estaba aún tan fresco que me daba algo de miedo quedarme a solas con Lucas. Cuando tomábamos café los cuatro, sentados en la cocina, le sorprendí varias veces mirándome, y cuando se dio cuenta, no apartó la vista como solía hacer, sino que mantuvo sus ojos fijos en los míos, e incluso me sonrió levemente. Creo que a Esther nada de esto le pasaba desapercibido, pero se mantuvo al margen. Ya cuando era una adolescente era juiciosa y callada, y la mujer en que se había convertido seguía siéndolo.
-Nosotros teníamos pensado ir a comer fuera. ¿Nos acompañáis?-propuso Ricardo.
Yo no supe qué contestar, no quería aceptar por si a Lucas no le apetecía, pero fue él quien acepto en nombre de los dos. En un momento en que nos quedamos solos Ricardo y yo en la entrada de la casa, esperando a los demás, me sorprendió con una conversación que no esperaba.
-Me alegro de que hayas vuelto a la vida de Lucas.
-No te entiendo-fue todo lo que se me ocurrió decirle.
El movió la mano como quitándole importancia a sus palabras.
-Marta, que lo se todo. Lucas y yo somos amigos, además de cuñados. Me ha contado parte de vuestra historia. Te ha echado mucho de menos todos estos años.
Hice un gesto de duda. Pero él siguió hablando, como tratando de convencerme.
-Debes creerme. Lucas en ningún momento te olvidó. Todavía te quiere.
-Permíteme que lo dude, Ricardo. En estos días que hemos pasado juntos lo único que hemos hecho ha sido pelearnos.
-Entonces, ¿cómo explicas que te haya traído a su casa?
-Eso es porque yo le he pedido ayuda.
No seguí hablando porque no pensaba explicarle una situación que a mi misma me parecía increíble. No sabía lo que Lucas les habría dicho a su hermana y a su cuñado, pero no sería yo quien les diese explicaciones.
-No me convences. Seguro que encontraría otra manera de ayudarte. Si te ha traído es porque te sigue queriendo y está intentando recuperarte.
Me alegré cuando regresaron con el niño y todos nos subimos al coche de Ricardo. La conversación estaba tomando un rumbo peligroso, y fue un enorme alivio empezar a hablar de cosas sin importancia, como el frío invierno que nos esperaba, o la próxima llegada de las Navidades. Martín había decidido pedirles a los Reyes Magos un gato como Sergei. Creo que a Esther no le hizo mucha gracia, e intentó convencerle de que los Reyes más bien solían regalar a los niños juguetes, no mascotas. Me parece que no se quedó demasiado convencido, pero al menos se conformó algo cuando le dije que podría jugar con Sergei siempre que quisiese.
Cuando regresamos a casa ya se estaba haciendo de noche. Lo había pasado bien, tenía que reconocerlo. Algo tan simple como salir a comer con gente agradable, hablar en la sobremesa, reírme con las cosas de Martín, me hacía olvidar la sinrazón en la que se había convertido mi vida. Y además, hacía ya mucho tiempo que no salía a divertirme. Jaime era demasiado callado y muy poco sociable, con lo cual nunca estaba dispuesto a salir, y menos con gente. Desde que me había casado; poco a poco fui dejando de tener contacto con mis amigos de antaño. Tardé en darme cuente de que él se encargó, con paciencia, de ir alejándoles poco a poco. Usaba distintas tácticas, pero siempre conseguía lo que se había propuesto. En ocasiones se dedicaba a poner mala cara y despotricar, y como siempre he tenido tendencia a ceder para evitar las discusiones, era yo quien iba posponiendo las citas con aquella determinada persona que a Jaime no le agradaba. Cuando se trataba de alguien especialmente importante para mí, la táctica era más sutil y ladina; simplemente dejaba de darme los recados si llamaban cuando yo no estaba. Y mis amigos se sentían molestos de que nunca les devolviese las llamadas. Poco a poco todos se fueron apartando de mí, hasta que un buen día me dí cuenta de que estaba completamente sola.
La voz insistente de Lucas me devolvió a la realidad.
-Marta-me dijo por enésima vez, tirando de mi manga. Vuelve. ¿Qué te pasa?
Sacudí la cabeza con rabia, intentando alejar de mi mente los malos recuerdos y los pensamientos negativos.
-Perdona. Es que lo he pasado bien.
-¿Y eso te hace estar en Babia?
-No, más bien me hace recordar escenas de mi pasado con Jaime y de cómo me fue alejando de toda la gente que me importaba.
-¿Y por qué lo consentiste?
-Si soy franca contigo, y conmigo misma, no lo se. Quizá porque sus enfados eran tan violentos que prefería la soledad a ponerle nervioso. Y así empezó todo. Poco a poco me alejó de todo el mundo, y me fui encerrando en mi caparazón. Llegué a pensar que a nadie le importaba, porque todo el mundo dejó de llamarme. Jaime ejerce esa influencia sobre la gente; la aparta.
Lucas encendió un cigarrillo, dio un par de caladas y se sentó enfrente de mí. Sabía que quería preguntarme algo.
-Marta, dime la verdad, no me engañes. ¿Alguna vez te puso la mano encima?
-¿Quieres decir si me pegó?
Asintió en silencio, y negué con la cabeza.
-No, no llegó a tanto. Cuando su carácter empezó a cambiar, justo en el momento en que se pasaba más tiempo en el sótano que en casa, no te negaré que hubo momentos en que se enfadó conmigo de tal manera, que temí que lo hiciese. Pero nunca llegó a tanto.
-Tengo otra pregunta, y es muy personal. No tienes por qué contestarla, pero ayudaría que lo hicieras.
Se quedó callado, como esperando que le diese permiso para seguir. Le hice una seña para que siguiese. Tragó saliva y no me miró directamente a la cara cuando hizo la pregunta.
-¿Cómo eran vuestras relaciones? ¿Eran normales?
Me enfadé conmigo misma por enrojecer como una colegiala. Supongo que me lo preguntaba por las violaciones que Jaime había confesado en el diario. Y estaba en su derecho de hacerlo, yo le había pedido ayuda. Pero me resultaba violento hablar precisamente con él de esas cosas.
-Supongo que te refieres a nuestras relaciones en la cama-aventuré sin mirarle a los ojos.
-Si. Y no te pregunto por curiosidad malsana, sino porque…
Le interrumpí, diciendo que lo entendía. Pero me dí levanté y me acerqué a la ventana de la cocina, desde donde no se veía nada, porque estaba oscuro como la boca de un lobo. Era completamente de noche. Pero lo único que yo quería era quedar de espaldas a Lucas.
-No había tales relaciones. Primero porque yo lo puse como condición; quería darme un tiempo. Tu recuerdo era demasiado reciente. Y luego, cuando pasaron casi dos años, he de confesar que no te había olvidado; pero no me parecía justo para Jaime. Y le dije que por mi parte estaba dispuesta a lo que él quisiese.
-¿Entonces?-me preguntó con voz ronca.
-No era capaz. Dormíamos juntos cada noche, pero simplemente Jaime no podía. Me culpaba a mí. Me decía que era…castradora, fue la palabra que empleó. Decía-repetí con voz entrecortada por el llanto-que no podía acostarse con una mujer que pensaba en otro.
Sentí como Lucas se acercaba a la ventana también. Estaba tan cerca de mí que notaba perfectamente su aliento en mi nuca, aunque no me tocaba.
-¿Y era verdad? ¿Pensabas en mí?
Beth29 de diciembre de 2010

6 Comentarios

  • Norah

    Me decía que era…castradora, fue la palabra que empleó. Decía-repetí con voz entrecortada por el llanto-que no podía acostarse con una mujer que pensaba en otro, amiga como siempre logrados los climas y el crescendo entre Lucas y Marta, guau, beso grande.

    29/12/10 02:12

  • Beth

    La verdad es que la situación parece que se va enfocando. A ver si no lo estropean, porque como los dos son tan volcánicos...igual se enfadan de nuevo

    29/12/10 02:12

  • Polaris

    Feliz año nuevo.
    Pol

    30/12/10 04:12

  • Beth

    Y también a ti, Pol, que en este año se cumplan todos tus deseos. Un abrazo

    30/12/10 09:12

  • Serge

    Beth:
    Amita que los reyes magos le regalen un gatito a Martín y que Esrher no se enoje.
    Gracias a Dios que tu ángel siempre ha estado contigo y ha evitado que Jaime te haga cualquier daño.

    Un gusto leerte.

    Sergei.

    08/02/11 10:02

  • Beth

    El gusto es mio de tenerte aquí, mi gatito perdulario

    09/02/11 09:02

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