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La Casa de la Colina 46

Y lo dijo con tanta firmeza que me convenció. Me abracé a Lucas y me bajó de donde estaba sentada. Seguimos abrazados hasta que el sonido del móvil nos hizo separarnos con rapidez, como si estuviésemos haciendo algo prohibido. Le dejé hablando mientras yo preparaba el desayuno. Tendríamos que salir a comprar las cosas más necesarias para la cena de Navidad. Porque a pesar de todo, la vida continuaba su curso, y había que celebrar la Navidad, la primera que pasábamos juntos, aunque esperaba que fuese tan solo la primera de muchas.
-Me llamaron de Portugal-me informó cuando se sentó a la mesa para desayunar.
Me quedé sosteniendo la cafetera, pero sin verter el café en las tazas, esperando.
-El juez ha firmado la orden para que se coteje el ADN, y también ha pedido su detención, pero los portugueses piensan que Jaime ya ha cruzado la frontera y puede ser que en este momento ya ande rondando por aquí. He puesto a dos policías vigilando discretamente la casa y el pueblo. Nos avisarán si llega.
Se me hizo un nudo en el estómago sólo de imaginarle cerca. ¿Cuánto tiempo más se creería lo de mi tía? Nunca me había ido a ningún sitio en Navidad.
-No cojas tu móvil para nada, absolutamente para nada. Puede que te llame desde otro teléfono que no esté identificado.
Me estaba mareando, tuve que agarrarme a la silla para no caer redonda al suelo. No había comido nada desde la cena, pero mi estómago era una noria que giraba sin cesar. Sentí como Lucas me sostenía antes de desmayarme. Cuando desperté, estaba tumbada en el sofá y Lucas se sentaba en el suelo, sosteniendo mi mano.
-¿Estás mejor? Te pusiste blanca como la cera y si no te sostengo, acabas en el suelo.
-Si, estoy bien. Lo siento. Supongo que fue el susto de saber que Jaime puede estar cerca.
-¿Estás segura de que solo fue eso?-me preguntó, colocándome bien el pelo.
-Si, claro. ¿Qué, sino?
Se encogió de hombros. Pero le insistí, no sabía qué estaba maquinando. Parecía decepcionado.
-Nada, pensé que tal vez podríamos haber tenido suerte.
-¿Quieres hablar claro de una vez, Lucas? No tengo el ánimo para adivinanzas.
-Pensé-repitió-que tal vez pudieras estar embarazada.
Le di un golpe con uno de los almohadones en que me recostaba. Este hombre era un chalado o un completo inconsciente.
-¿Y te alegrarías, idiota? Justo lo que nos faltaba en este momento en que tenemos la espada de Damocles encima de nuestras cabezas. Meter en todo este embrollo a un pobrecito inocente.
Pero lo que me había dicho me dejó preocupada, porque aunque no había pensado en ello desde nuestra última conversación, lo cierto es que yo era muy puntual y este mes me estaba retrasando. Pero no, no debía preocuparme. Era por las tensiones del momento, por los nervios y todos los cambios en mi vida. Me pasaba mucho en época de exámenes. Juraría que Lucas se dio cuenta de mi desasosiego, pero tuvo el buen sentido de quedarse callado.

De todos modos, quien ahora estaba intranquila era yo. Cuando volvíamos de comprar lo necesario para la cena de Nochebuena, aunque me encontraba agotada de recorrer los enormes pasillos del supermercado, de lidiar en la pescadería y la carnicería con las avispadas amas de casa que quería colarse en la fila para llevar la mejor pieza, le pedí a Lucas que pasásemos por la farmacia del pueblo.
-¿Te encuentras mal?
-Claro que no. Estoy perfectamente.
-¿Entonces?-quiso saber, enfilando, sin embargo, hacia la calle principal, donde estaba la farmacia.
-Necesito algunas cosas.
No contestó, pero cuando aparcamos quiso bajar conmigo y cuando me negué, me detuvo del brazo antes de que bajase del coche.
-Me vas a decir qué pasa.
Me quedé callada, mirando al frente, a la calle atestada de gente que había dejado, como nosotros, las compras para última hora.
-Marta-insistió. ¿Qué es lo que ocurre?
Resoplé, indignada. Siempre tenía que estar controlándolo todo.
-Nada de secretos. Fue lo que nos prometimos apenas hace unos días. ¿Lo recuerdas?-me preguntó con una inusitada dulzura, tomándome por la barbilla para que le mirase. Apostaría mi cabeza a que te has quedado preocupada y quieres comprar un test de embarazo.
No hizo falta que le contestase nada; mi mirada fue suficiente. Me dijo que me quedase en el coche, que él lo traería. E insistió en ir directamente a casa para saberlo.
-Ojala sea una falsa alarma-rogué en voz baja, aunque lo suficientemente alta para que me oyese.
Pareció profundamente dolido por mis palabras.
-Pensé que me amabas como yo a ti. ¿No quieres tener un hijo mío?
-Claro que si, Lucas, esa no es la cuestión.
-¿Entonces?
-Ahora no es el momento. Mi vida está amenazada. Si Jaime se enterase de que espero un hijo tuyo, sería un aliciente más para matarme y para acabar luego contigo. Recuerda que nuestro primer hijo no llegó a nacer por su culpa.
Sus manos se tensaron sobre el volante y adelantó la mandíbula en un gesto salvaje.
-No necesito que me lo recuerdes. Pero entonces yo no sabía nada. Ahora estaré al acecho y sólo se acercará a ti por encima de mi cadáver.
Aparcó delante de casa, y no me dejó que le ayudase a descargar el coche. Me rogó que entrase en el baño para acabar con nuestras dudas. Yo también estaba deseando saber.
Diez minutos más tarde, delante de una taza de te, le dí la noticia a Lucas. Estaba embarazada. Nuestros descuidados encuentros amorosos habían dado su fruto, bien a mi pesar. No porque no quisiera a este niño, sino porque le quería demasiado y no estaba segura de poder protegerle. Lucas me dijo que no fuese aguafiestas, y que disfrutase de la noticia. Él estaba exultante, nunca le había visto así. Me dejó claro que de ahora en adelante me estaba totalmente prohibido conducir y no se cuantas cosas más.
-Mañana le daremos la noticia a Esther, durante la cena.
Me sentí incómoda.
-¿No quieres que lo sepa? Al fin y al cabo, será su única tía.
Abracé el cojín del sofá sobre mi vientre, como protegiendo a esa pequeña vida que apenas empezaba a crecer dentro de mí.
-No es eso, Lucas. Esther sabe que todavía estoy casada. No se qué pensará de mí.
-No pensará nada. Que te quiero, que me quieres, y se alegrará por los dos. Además, seguirás casada por poco tiempo. Si no fuese porque no es conveniente llamar la atención de Jaime, la demanda de divorcio ya estaría presentada. Pero hay que tener paciencia. Presiento que el final se acerca.
Beth01 de febrero de 2011

7 Comentarios

  • Norah

    Ahhh, me ha encantado y si tenes razon Lucas es un poco medio bestia, pero es encantador, y ese final...Presiento que el final se acerca suena a conminate, pero a esperanza total...si es nena , le ponen Norah? haha.

    02/02/11 09:02

  • Norah

    Ahhh, me ha encantado y si tenes razon Lucas es un poco medio bestia, pero es encantador, y ese final...Presiento que el final se acerca suena a conminate, pero a esperanza total...si es nena , le ponen Norah? haha.

    02/02/11 09:02

  • Beth

    Tengo una amiga que a Lucas le ha bautizado como "animalejo". Y algo lo es, la verdad. Igual nos aparece pronto una Norah en escena, aunque no se si será una nena. Ya veremos. Porque es verdad, el final se acerca

    02/02/11 09:02

  • Serge

    Beth:
    Amita que gusto me ha dado esa noticia, un bebé en la casa.
    El amor termino de consolidarse.
    Lucas a pesar de todo no es un mal animalejo jejejejeje...

    Sergei.

    09/02/11 11:02

  • Beth

    Bueno, Lucas es un poco eso...animalejo, pero es nuestro y le queremos, ¿no?

    09/02/11 11:02

  • Vocesdelibertad

    Mira en dónde me encuentro ya, estoy al filo de alcanzar tu última publicación. Estoy encantada con tu obra. Hay una sola cuestión que me han chocado desde el re-encuentro con Marta y Lucas y es el vocabulario de ella al exaltarse, pero se debe a que a mí ni un "tonto" se me sale jaja. Pero por lo demás llevo tres días entre números y Beth.

    Apoyo a Norah si es mujer, por casualidad, a mí me llaman así en mi tierra jiji así que es un lindo nombre!

    Abrazos!!!

    10/02/11 10:02

  • Beth

    Querida Voces, yo suelo ser muy comedida en mis palabras y en honor a la verdad he de decir que practicamente nunca me enfado, tengo una paciencia franciscana. Ahora bien, en mis escasos enfados, una vez al año o menos, pueden saltar chispas y palabras de todo tipo. Y puede ser que a Marta se le haya pegado algo; aunque ella lo haga más a menudo. Puede que en mi aflore el carácter celta de mi tierra de origen y me suelte demasiado la lengua. Menos mal que me pasa pocas veces

    11/02/11 09:02

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