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La Casa de la Colina 51

Sabía que a Lucas le costaría mucho entender que a pesar de todo el daño que Jaime nos había hecho, yo sentía compasión por él y no podía dejar de preocuparme por su suerte. Pero no insistí. Este era un tema en el que nunca nos pondríamos de acuerdo, y no podía culparle. Quizá la equivocada era yo. A pesar de todo, el enfado le duró poco y de nuevo volvió a sentarse en la cama, a mi lado, y me besó en los labios con suavidad.
-Entonces, ¿me perdonas?
-No tengo nada que perdonarte, Lucas. Porque nada has hecho mal. No puedes controlarlo todo, por más que quieras, y lo que pasó no fue culpa tuya. Más bien creo que fue un cúmulo de mala suerte, pero que afortunadamente no tuvo consecuencias.
El torció el gesto, algo inseguro.
-Ya veremos. Todavía tenemos que esperar el resultado de las pruebas que te han hecho.
-Estoy bien-le tranquilicé.
-Espero que el bebé también lo esté-contestó, con cara de preocupación.
-Pues claro que si. Si hubiese algo mal, lo habría notado.
Y efectivamente, yo tenía razón. A la media hora llegó el médico y nos dijo que podíamos irnos a casa sin problema alguno. Todo estaba bien.
Cuando llegamos a la casa de Lucas Esther había preparado la cena y la mesa estaba puesta. Pese a todo, podríamos celebrar la Nochebuena como era debido. Nada más entrar, Martín, al que su madre había puesto ya el pijama, se me echó en los brazos y se puso a contarme toda la aventura que habían pasado Sergei y él durante su huida. Le escuché pacientemente y luego me acerqué a la chimenea, en donde mi gato estaba aposentado como un rey en su trono, recostado en su manta. Cuando me agaché a su lado, se aovilló todavía más, y le acaricié el lomo. No quería tomarlo en brazos por si le hacía daño; aunque parecía que estaba muy recuperado. Eso de las siete vidas de los gatos debía de ser verdad, porque no me explicaba que fuese el mismo que hacía apenas unas horas parecía estar al borde de la muerte. No se si tendría algo que ver que su amiga o quizá su novia, la gata que yo había bautizado como Norah, estuviese también tendida a su lado.
-Ahora no me quedará más remedio que aceptar a uno de los cachorros que nazcan. Martín me lo ha pedido, y como parece ser que el gato le salvó la vida, tengo que acceder-me dijo Esther, con gesto resignado.
Yo asentí con la cabeza, mirándola fijamente. No habíamos vuelto a hablar desde aquella última vez en su casa, cuando nos despedimos con cierta frialdad. Ahora fue ella quien tomó la iniciativa, y acercándose me abrazó cálidamente.
-Me alegro mucho de que todo se haya resuelto y todos estéis en casa de nuevo. Me gustaría saber que me has perdonado.
-Desde luego que si. En realidad, creo que no hay nada que perdonar. Es normal que te preocupes de tu hermano.
-Tú también me importas-dijo en voz baja. Y me alegro de que vayas a ser la madre de mi sobrino.
-¿Lucas te lo ha contado?
-Martín se ha adelantado-sonrió. Si en algún momento quieres que un secreto deje de serlo, no tienes más que contárselo a mi hijo.
La cena fue rápida, porque todos estábamos agotados. El día había sido muy duro. Decidimos que Esther y su marido se quedasen a dormir, y lo harían en la habitación de invitados. El problema era Martín, que no quiso dormir en el cuarto de sus padres y decidió venirse con nosotros, a pesar de las protestas de Esther.
-Déjale-le dije. Nuestra cama es más grande y estará más cómodo. Sospecho que es porque quiere estar con los gatos.
-Pues sí que vais a tener una noche concurrida-conjeturó ella.
Lucas, al oírla, con su sobrino cargado sobre los hombros en dirección a nuestra habitación, lanzó un suspiro de resignación, pero se guardó de decir nada. No olvidaba que Sergei le había ayudado, o al menos eso esperaba yo.
Martín, acurrucado entre nosotros, se quedó dormido apenas a los cinco minutos de que le acostamos. También oíamos la respiración acompasada de los dos gatos, que yacían a los pies de la cama, en sendas mantas.
-Esto lo permito hoy porque tu dichoso gato está convaleciente; pero no podemos seguir así. No quiero compartir cuarto con animales-me reprochó.
-No seas gruñón, Lucas-le amonesté. Si en el fondo a ti te encanta Sergei, pero te cuesta reconocerlo. Y créeme, ahora que tiene una novia, no creo que esté pegado a mí todo el día.
-Eso espero-siguió gruñendo. Aunque sus ojos sonreían.
Nos abrazamos como pudimos por encima del niño que dormía. Le miré despacio, y descubrí muchos rasgos de su tío. Esperaba que cuando naciese nuestro hijo también se pareciese a su padre.
Intentaba olvidarme de Jaime, pero no lo conseguía del todo. Me preocupaba su suerte, por extraño que a Lucas le pareciese. Es imposible convivir con alguien tanto tiempo y no guardar algo de compasión al menos. Pero tuve el buen sentido de callarme porque estaba demasiado cansada para iniciar una discusión. Pero al parecer Lucas no quería dormir todavía.
-¿De qué hablabas antes, en el hospital, cuando decías que sabías de donde le venía a ese gato su humanidad?-me preguntó, haciendo hincapié en la última palabra.
-Si te lo digo te reirás de mí.
-Y si no me lo dices no te dejaré dormir-me amenazó, mordisqueándome una oreja por encima de la cabeza de su sobrino, que dormía apoyado en mí.
-Está bien. Pero no te rías demasiado. Desde que recogí a Sergei o desde que él me encontró, más bien, me llamaron la atención sus ojos. Me recordaban a alguien. A alguien humano-aclaré. Y sólo cuando tuve delante de mí vista el cuadro de Rodrigo Durán, enlacé todos los cabos.
Lucas se quedó callado, esperando que yo continuase; pero cuando se dio cuenta de que no iba a decir nada más, dio un resoplido de impaciencia.
-¿Intentas decirme que tu antepasado se ha reencarnado en un gato? ¿En ese gato que ahora duerme a los pies de la cama? ¿En el mismo gato que me ha visto unas cuantas veces haciéndote el amor?
Me encogí de hombros.
-Sí. Lo creo con firmeza. Así como creo que vino para protegerme, para que no acabase alguien de su sangre como lo había hecho su amada. Y como sabe que te quiero más que a mi vida, también a ti te protegió.
Pero Lucas no era de los que se dejaban convencer fácilmente. Él era el hombre metódico y realista por naturaleza, como buen capricornio, y nunca creería en reencarnaciones. Para él era algo similar a los cuentos de hadas.
-Puede que el embarazo te haga más sensible a algunas cosas, pequeña. No voy a discutir, pero desde luego no me creo nada. Un gato es un gato. Y la mayoría tienen los ojos verdes. Ahora bien, este bicho se largará de mi habitación en cuanto se cure. Por si acaso. No me encontraría tranquilo con el abad vigilando mis actividades nocturnas.
Me eché a reír, y le dije que era hora de dormir, al menos para mí. No sabía ni cómo era capaz de aguantar los ojos abiertos. Pero apenas habíamos conciliado el sueño cuando sonó el móvil. Lucas recogió la llamada refunfuñando de enfado y sueño; pero enseguida se despabiló. Las noticias debían de ser preocupantes, porque de un salto salió de la cama.
-¿Qué pasa?-le pregunté al ver que se ponía el vaquero y un jersey por encima del pijama.
-Quédate aquí. Me han llamado de la comisaría que tu casa está ardiendo. Ellos y los bomberos están ya allí. Me voy, volveré en cuanto pueda.
-Yo también voy-anuncié, saliendo del tibio lecho donde el niño dormía a pierna suelta.
-Ni lo sueñes. Allí no vas a hacer nada. Y la temperatura está demasiado baja. Te quedarás aquí y yo te llamaré en cuanto sepa algo más. Debes descansar; por ti y por el niño.
Le hice caso; debía recordar no cometer torpezas que pusiesen en peligro a nuestro hijo.
-Está bien. Pero llámame en cuanto sepas algo.
Cogió la pistola de una caja con candado encima del armario, y después de darme un beso, se marchó, no sin antes avisar a su cuñado de que se quedase al tanto de todo. Sonreí para mis adentros; el mismo Lucas de siempre, un poco machista, que piensa que las mujeres necesitamos continuamente al lado a un caballero andante que nos proteja. Pero era mi Lucas, y ahora estaba conmigo, para siempre, o eso esperaba al menos.
Beth08 de febrero de 2011

7 Comentarios

  • Norah

    Para él era algo similar a los cuentos de hadas...y por favor amiga te pido, que siga el cuento de hadas ok.Beso grande.

    09/02/11 05:02

  • Norah

    Para él era algo similar a los cuentos de hadas...y por favor amiga te pido, que siga el cuento de hadas ok.Beso grande.

    09/02/11 05:02

  • Beth

    Soy demasiado pesada para dejaros en paz y no seguir, querida gatita

    09/02/11 05:02

  • Norah

    Ya se que eres pesada, pero en los cuentos de hadas hay monstruos y supiestos angeles, a ello me refería.Beso.

    09/02/11 05:02

  • Beth

    Aquí ración de monstruos ya hemos tenido, aunque igual aparecen más

    09/02/11 06:02

  • Serge

    Beth:
    "Esto lo permito hoy porque tu dichoso gato está convaleciente; pero no podemos seguir así. No quiero compartir cuarto con animales-me reprochó.
    -No seas gruñón, Lucas-le amonesté. Si en el fondo a ti te encanta Sergei, pero te cuesta reconocerlo".
    Amita me encanta la idea de ser la reencarnación de Rodrigo, tu antepasado pariente.
    Has llevado la historia muy bien y hay muchas cosas que me han sorprendido.

    Eternamente agradecido por abrirle las puertas de tu corazón a este gato.

    Sergei.

    09/02/11 07:02

  • Beth

    Puertas que estarán abiertas para siempre, Alteza

    09/02/11 08:02

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