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La Real Orden de Las Perdularias 15

-¿No me dices nada?-me reprochó Laura sonándose de nuevo la nariz, y arrojando el papel, la muy asquerosa, encima de los restos del burrito y el guacamole.
-Pues no sé qué quieres que te diga. Esa bruja está muerta, no puede venir de visita a tu casa.
Se levantó y me miró retadora, los brazos en jarras y el rímel corrido de tanto lloriqueo.
-Ah, claro, aquí quien tiene línea directa con el Más Allá es la señora. ¿No dices que tu padre te guía y que te mandó claramente que le pidieses el divorcio al cáncamo de tu marido?
-Eso es muy diferente-le contesté, empezando a recoger los platos y a enjuagarlos bajo el grifo para luego meterlos en el lavavajillas.
-No sé por qué diablos es distinto. Tu padre se murió hace doce años.
-Si, pero mi padre era un buen hombre y tu suegra una desgraciada que todavía debe de estar en el infierno con todos los demonios pinchándole el culo. Además, ¿qué tiene ella que decirte?
-No lo se, no me habla, sólo se para delante de mi cuando estoy en la cama y me mira fijamente, con ojos acusadores.
-¿Y de qué tiene ella que acusarte? Al fin y al cabo la aguantaste muchos años con paciencia franciscana, la cuidaste cuando estuvo enferma y te ocupaste de su hijo.
Como no me contestaba, me giré para verla. Estaba retirando el mantel de la mesa y doblándolo pulcramente, aunque para mi que el tequila hacía su efecto porque se apoyaba demasiado en las sillas de vez en cuando.
-¿Hay algo que me ocultas?-le pregunté en voz baja pero mirándola con insistencia. Tienes una cara de culpabilidad…
Se sentó de nuevo y después de agachar la cabeza y acariciar el bulto del mantel en su regazo como si fuese la cabeza de un bebé, empezó a hablar con la voz algo estropajosa por el alcohol.
-Es cierto que con ella me porté mejor de lo que merecía, la asquerosa, porque bien sabe Dios que me trató como al trapo para limpiar los zapatos. Y a mi suegro le cuidé con todo mi cariño, él era un buen hombre-resumió en una frase, para diferenciar.
-¿Y entonces? A tu marido también le aguantaste todo y más.
-Si, pero quizá no me porté demasiado bien con él al final.
Me estaba intrigando. La insté con la mirada a que siguiese.
-Cuando le dio el infarto, al principio pensé que estaba fingiendo, porque estábamos en medio de una discusión porque se había gastado diez mil euros en una joya para su última amante. Y…me detuve más tiempo del necesario antes de llamar a urgencias. De verdad que pensé que fingía, no era la primera vez que lo hacía para escurrir el bulto-se justificó.
Me senté a su lado y le acaricié la mano e intenté calmarla.
-No te atormentes con eso. Creo que igualmente se hubiese muerto.
-Pues yo creo que no. Por eso viene su madre a echármelo en cara.
-Yo no estaría tan segura de que tu suegra venga de verdad a verte.
-Claro que si. Y si te lo he contado a ti es porque sé que crees en esas cosas.
No podía defenderme. Era cierto que desde pequeña había tenido premoniciones y era capaz de ver cosas que los demás no veía, pero en este caso estaba segura de que era la mala conciencia de Laura la que le hacía ver fantasmas donde no los había. Así se lo intenté explicar, pero cuando iba por la mitad la oí roncar; el tequila me había ganado la partida. A ver cómo me las arreglaba para acostarla.

Como pude la arrastré a la cama y cuando ya estaba yo misma acostada recapacité sobre lo que me había contado Laura. Me preocupaba, más que sus alucinaciones con su suegra, lo de la niña. Ana era de la edad de mi hija Irina y hasta donde yo sabía, una chica completamente normal, que nunca había destacado en nada. Ya sé que dicho así suena muy mal, pero es la pura verdad. Era una niña encantadora y cariñosa, bastante inteligente pero muy floja para el trabajo, con lo cual sus notas no solían ser demasiado buenas. Era simpática y solía dejarse llevar demasiado por los demás; por eso podía, hasta cierto punto, entender que si había conocido a alguna chica de esas fanáticas con la religión estuviese pensando en entrar en un convento. Pero, recordé quizá para tranquilizarme, también era muy veleta, y sus ideas iban y venían como en un carrusel. Me di la vuelta en la cama y me abracé a la almohada, esperando conciliar el sueño; aunque era inútil, ya estaba totalmente desvelada y echándome la bata sobre los hombros fui a la cocina para hacerme un te de menta. Mientras llenaba de agua la tetera y la ponía al fuego, recordé a mi padre. Llevaba doce años muerto; pero yo le seguía sintiendo a mi lado. Lo que había dicho Laura era verdad y no fruto de sus excesos con el tequila. Cuando mi matrimonio estaba roto ya desde hacía mucho tiempo y yo, tercamente, me resistía a darlo por terminado, porque era como reconocer que había fracasado y además me daba miedo volver a iniciar una vida en solitario, fue el espíritu de mi padre quien me dio el empujoncito que estaba necesitando. Lo recuerdo como si acabase de pasar. Una noche, después de una de las muchas discusiones con mi marido, en vez de irme a la cama, me senté en el jardín, en uno de los escalones del porche. Estábamos en junio y por las noches todavía se sentía algo de fresco, pero yo estaba hirviendo de furia por dentro y a pesar de mi fino pijama de sea no sentía frío, todo lo contrario. Estaba allí sentada, oliendo el perfume del jazmín que tenía a mi lado, en su maceta, y observando como una boba las luces de la casa del vecino, cuando sentí como una ráfaga de aire frío en mi espalda. Me estremecí, pero era incapaz de moverme para buscar el abrigo de la casa. Y en un segundo temblé porque me di cuenta de su presencia; mi padre estaba a mi lado, de la misma manera en que lo estaba cuando era niña y cada noche venía a mi cuarto y me arropaba. Sentí su olor inconfundible y podría jurar delante de un tribunal que noté su beso de buenas noches en la frente. Bastó esa sensación para que de repente me diese cuenta de que estaba desperdiciando mi vida. Al día siguiente a la hora del desayuno, mientras le servía el café y el zumo a mi marido, le anuncié con mucha tranquilidad que esa misma mañana pondría en marcha la demanda de divorcio. Él me miró como si le hubiese dicho que me iba a Marte en una nave espacial; y siguió tomándose el café. Creo que no me creyó hasta que estuvimos en el juzgado firmando los papeles.
Beth18 de abril de 2012

11 Comentarios

  • Creatividad

    Bueno, esta vez, casi a riesgo de no poder continuar hasta el final, me has hecho reir con la primera frase. Vamos, vamos que lo de tu amiga es algo unico.

    La parte final..de lo mas tierno.

    En fin, esperare ansiosa al siguiente capitulo. Me encanta tu humor. Besos.

    19/04/12 04:04

  • Davidlg

    Muy bueno como siempre! saludos y buenos días =)

    19/04/12 06:04

  • Buitrago

    Jajajaja menuda esa cabecita tuya, fantastico
    Un beso

    Antonio

    19/04/12 08:04

  • Beth

    Gracias Creatividad, a veces viene bien mezclar humor y ternura, ayuda a no recrearse demasiado en ninguna de las dos cosas. Besos

    19/04/12 10:04

  • Beth

    Buenos días David y gracias, muchas gracias por leer cada capítulo

    19/04/12 10:04

  • Beth

    Antonio, mi cabeza nunca puede estar en su sitio, y ya qué desvaríos de resultados salen.

    Un beso también para ti

    19/04/12 10:04

  • Davidlg

    No lo escribí antes, pero el tema de lo sobrenatural, casi nunca lo abordo de esta manera. ¿Tu crees en estas cosas? Mi familia materna, incluyendo a mi hermana y a mi madre, han tenido (desde que yo era pequeño) diferentes experiencias de este tipo; algunas agradables, pero la mayoría muy aterradoras. Yo nunca he podido atestiguar de ninguna manera estos sucesos, y por un tiempo, a la edad de los 15 hasta los 20, el tema se me hizo una fijación en la cual me sumergí en el esoterismo y la santería. Leí muchos libros e incluso incursione como caza fantasmas. Nunca pasó nada; sin embargo, aunque no haya podido experimentar nada, no dudo ni un momento en la palabra de todas las personas que compartieron conmigo sus experiencias.

    Toda la historia es de un gusto enorme para mí, pero este capítulo lo dejo en un apartado especial. Buenas tardes y un abrazo!

    19/04/12 05:04

  • Beth

    Hola David. Yo no soy medium ni vidente ni nada de eso. Pero si que creo que cuando un ser querido se mueve simplemente se va a la habitación de al lado y sigue estando cerca de alguna manera. Así lo siento con mi padre; hace doce años que me falta pero me sigue protegiendo y esto que le pasa a Guiomar me ha pasado a mi, no relacionado con el divorcio, pero si después de separarme; se y estoy convencida de que mi padre intentó avisarme de un tema en concreto que se estaba cociendo a mis espaldas y me perjudicaba. Cada cual es libre de tacharme de loca, pero es lo que siento y no me avergüenza confesarlo. También es verdad que a lo largo de mi vida he tenido premoniciones y luego, tarde o temprano, se han cumplido.

    Otro abrazo para ti

    19/04/12 06:04

  • Beth

    he querido decir cuando un ser querido se muere. Siento el error

    19/04/12 06:04

  • Davidlg

    bueno, bueno se mueve o se muere, al menos entendí que se retira =)

    19/04/12 06:04

  • Beth

    Ha sido por escribir rápido, que las que parece que se mueven de sitio son las teclas de las letras

    19/04/12 06:04

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