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Mientras Llega MaÑana 17

Lo que Daniel me había contado, tanto lo de su accidente como lo de su anterior relación, sólo hizo acercarnos más. Creo que a partir de aquel día los dos tuvimos un poco más de confianza el uno en el otro. Ambos habíamos sufrido; habíamos conocido y amado a las personas equivocadas, y ambos nos habíamos retirado del mundo a lamernos las heridas; las del alma y las otras. Las mías todavía estaban en carne viva.
Cada día que pasaba me encontraba un poco más fuerte. Las heridas se habían curado casi por completo; tanto la del pecho como la de la axila y cada vez movía mejor el brazo. Mi hermano me llamaba todos los días, al igual que Carlos y Elia. De Arturo no sabía apenas nada; era con Andrés, su compañero de despacho, con quien hablaba del tema del divorcio. Y a mi hija le había contado ya lo de mi enfermedad. Aunque temía su reacción, la verdad es que lo llevó bastante mejor de lo que yo pensaba. Se ofreció a dejar el curso para venir a ocuparse de mi, pero de ninguna manera se lo permití. Ella debía seguir su vida.
Diego me llamó una mañana para contarme que vendría a comer porque teníamos que hablar del tratamiento. Daniel estaba delante y me dijo que él comería fuera para dejarnos que hablásemos a solas. No se lo permití. Después de todo sabía del tema tanto como yo y no me parecía justo. La llegada de Diego me dio la excusa ideal para hacer un quiche, un buen asado y una tarta de nata y fresa, que era la preferida de mi hermano, Daniel se quitó de en medio, y se lo agradecí, porque cuando tengo demasiado trabajo en la cocina prefiero que me dejen sola. Puse la radio, para la charla del locutor me distrajese, y amasé la base para la quiche. El mezclar los ingredientes y tocar la masa entre mis dedos era el mejor calmante que me pudiese tomar. Todo el posible stress se quedaba fuera. Pronto la cocina quedó inundada de buenos aromas. Incluso Daniel debió de notarlo desde el salón, porque entró a husmear. Cuando vio la nata montada no pudo evitar meter el dedo y lamerlo; y yo tampoco pude evitar darle un manotazo.
-No toques, guarro. En todo caso, si te portas bien, te daré luego el cacharro para que lo rebañes.
-Entonces ya no tiene gracia. Lo bueno es robarlo-dijo guiñándome el ojo.
Seguí a lo mío, pero en vez de marcharse se quedó rondando por la cocina. Se sentó en un taburete al lado del mostrador. Parece que tenía ganas de hablar.
-¿Vais a hablar sobre la quimioterapia?
-Si, supongo que si. Diego me ha dicho “el tratamiento”, pero me imagino que lo ha usado como un eufemismo, para no asustarme.
-¿Y lo estás? Asustada, quiero decir.
Me llevé un codo a la cara porque notaba harina en una mejilla, pero no podía tocarme con las manos o me mancharía todavía más. El se acercó, y suavemente, con la punta de los dedos, me limpió, deteniéndose al tocarme. Fue un contacto ligero pero hizo que un escalofrío me recorriese la piel. Se quedó con la mano en el aire, mirándome. Creo que los dos estábamos algo azorados; había sido un gesto impulsivo y me preguntaba quien estaba más sorprendido. Intenté recuperar la compostura.
-Un poco, si. Pero creo que seré capaz de llevarlo.
-Sabes que no estás sola, ¿verdad?
Asentí con la cabeza. No me fiaba de mi misma lo suficiente para hablar. El gesto que acababa de tener me había sorprendido. ¿En que estábamos entrando? Los dos estábamos demasiado solos y me daba miedo que confundiese sentimientos, o que me hiciese a mi confundirlos. Yo no estaba en disposición de mantener ningún tipo de relación; mi vida ya era bastante complicada. Pero su mirada, sus ojos grises clavados en los míos me llenaban el corazón de una calidez que no había sentido desde hacía mucho tiempo. Murmuró algo de que tenía que terminar un capítulo antes de comer y yo agradecí que me dejase sola. Acabé de hacer la comida, pero de manera mecánica y sin disfrutarlo realmente. Siempre me había gustado ser honrada conmigo misma y estaba empezando a sentir algo por Daniel. No sabía lo que era, pero ciertamente no le miraba ya como a mi inquilino. Pero, ¿qué sentía él? Por instinto, desconfiaba de los hombres. ¿Qué pretendía, qué veía en mí? Decidí aparcar mis dudas y como ya no me quedaba nada más que hacer en la cocina, fui a bañarme y a cambiarme de ropa para recibir a mi hermano. Cuando volví Daniel había puesto la mesa e incluso había abierto el vino. El también se había cambiado de ropa. En lugar de los desgastados vaqueros y el jersey de cuello alto, llevaba un pantalón negro y una camisa. Cualquiera diría que esperábamos una visita de compromiso. Oí el coche de mi hermano y salí a la puerta para recibirlo. Me envolvió con su abrazo y luego me separó un poco para mirarme bien.
-¿Estás comiendo lo suficiente?
-Si, pesado.
-Pues no lo parece. Veo que has adelgazado, y te necesito fuerte. Te dejaré unas notas para la dieta que quiero que sigas
Le frené con la mirada.
-Diego, primero vamos a comer, como personas normales. Y luego hablaremos todo lo que quieras de la dieta, del tratamiento y de lo que gustes. Pero ahora, olvídate por un momento de que eres médico. Durante la comida eres, simplemente, mi hermano.
Nos sentamos a comer y hablamos de nimiedades hasta que ya con el café Diego sacó la artillería pesada.
-Quiero que empieces este lunes con el tratamiento. De momento serán dos sesiones a la semana: lunes y jueves. Luego, según vayamos viendo, puede que se reduzca a una sola. No es doloroso, nos limitaremos a suministrarte los medicamentes directamente en vena. Aburrido, tal vez.
-¿Y cuando se me caerá el pelo?
Mi hermano puso los ojos en blanco, como haciéndose el mártir.
-Ya estamos. ¿Eso es todo lo que te preocupa? No a todo el mundo se le cae el pelo, aunque es bastante frecuente. En el caso de que se te caiga, puede ser inmediatamente de comenzar el tratamiento, o algo más tarde. Puede que pierdas solo el pelo de la cabeza, o que también te quedes sin pestañas, y sin pelo en las axilas o las piernas.
Me eché a reír. La verdad es que estaba tan asustada que prefería tomarlo a broma.
-Ojala se me caiga el de las piernas y el de las axilas. Me ahorraré la depilación, ahora que pronto llegará la primavera.
Ellos se rieron conmigo; entiendo que para animarme.
Diego siguió con sus macabras explicaciones.
-Probablemente se te seque bastante la piel; será necesario que empieces ya a darle una ración extra de cremas hidratantes y nutritivas. El áloe vera o la rosa mosqueta suelen ir bien. Y ten a mano lágrimas artificiales, los ojos también se resecan
-Tengo muchas naturales, te lo aseguro-le contesté.
-Muy graciosa-me dijo, amenazándome con el dedo índice. Puede ser que sientas náuseas y vomites, sobre todo en las primeras sesiones. Y también cambiará tu sentido del gusto y del olfato. Muchas personas le encuentran a la comida un sabor metálico. Todo eso son cosas normales, y pasajeras. Pero presta atención especial a la comida; no puedes permitirte adelgazar demasiado, porque los pacientes sujetos a quimioterapia suelen quedarse anémicos. ¿Cómo tomas la leche?
-Desnatada-le contesté.
-Pues a partir de ahora, entera. Vas a necesitar todas las grasas a tu alcance. Toma mucha fruta, verdura, legumbres. Puede que la carne te repugne, suele pasar bastante. Si es así, no te preocupes, puedes comer pescado y huevos. Y procura hacer seis comidas al día.
Me horroricé. ¿Seis comidas al día? Pues entonces no haría otra cosa que comer. Iba a protestar, pero Diego me mandó callar con un gesto.
-Si, seis comidas; y poca cantidad cada vez. Desayunas, a media mañana comes algo, almuerzas, meriendas, cenas temprano y comes algo muy ligero antes de irte a la cama. Si no puedes hacer seis, al menos cinco. Y cuando no haga demasiado frío, es bueno que pasees, despacio y a tu ritmo; pero el ejercicio te vendrá muy bien.
Daniel había estado callado todo el rato, pero ahora habló.
-De los paseos me encargo yo. Y de que coma a menudo, también.
-Si, será mejor que la vigiles, porque es muy terca y tiene cierta tendencia a hacer caso omiso de lo que le mando.
-Déjalo en mis manos.
Me levanté de la silla, enfurecida.
-Si vais a seguir hablando como si yo no estuviera presente me largo. No soy una niña ni tampoco idiota. Tengo cuarenta y siete años, por Dios.
Estaba al borde de las lágrimas; de miedo, de pena de impotencia. ¿Cuántas cosas más me iban a pasar?
Fue Daniel quien reaccionó primero, levantándose para abrazarme. Me quedé algo rígida, me extrañó que lo hiciera delante de mi hermano, pero necesita contacto y calor humano, y me abandoné en sus brazos, llorando.
Diego no dijo nada, esperó a que me calmase, y luego siguió con sus recomendaciones.
-Elena, nadie ha dicho que fuera fácil. Lo pasarás mal, no quiero engañarte. Pero podrás con todo. Te ayudaremos, y saldrás adelante.
Intervino Daniel. Me secó las lágrimas y dijo que nos íbamos a la peluquería.
-¿A qué? –le pregunté. ¿Tú crees que tengo ánimo para peluquerías?
-Vas a ir a que te corten el pelo como si te fueras a hacer la mili.
Me horroricé y me negué en redondo.
-Daniel tiene razón-me dijo Diego. Será peor si luego se te cae a puñados mientras lo tienes largo. Te lo cortas bien cortito y así te vas haciendo a la idea.
-Pero no me pondré peluca-dije, enfurruñada. Me voy a comprar pañuelos bien bonitos, de colores, y turbantes, como una vieja actriz retirada. Si tengo que estar horrible, al menos que sea con glamour.
Los dos se echaron a reír y me mandaron que me lavase la cara, llena de churretones de maquillaje y lágrimas, mientras ellos recogían la mesa. Diego se marchó a la clínica y nosotros a la peluquería, donde Daniel esperó pacientemente a que me tocase el turno. Cuando las tijeras cortaron el primer mechón, él estaba a mi lado, cogiéndome la mano. Ya se que puede sonar tonto, pero no pude evitar volver a llorar; no tanto por perder la melena como por darme cuenta de que no estaba sola.

Beth10 de marzo de 2011

8 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    El tratamiento tiene que seguirlo al pie de la letra, la lucha tiene que hacerla. La vida en si es una lucha diaria.
    Debe recordar que no esta sola, nadie esta solo realmente.

    Amita que elena refuerce su fe y disfrute de todas las cosas que tiene a su alrededor.

    ¿Qué es quiche?
    Me separas un platito.

    Un abrazo.

    Sergei.

    10/03/11 03:03

  • Beth

    Yo creo que lo seguirá, gatito. Lo que pasa es que tiene miedo, como es normal, y también le gusta quejarse para que la animen y la mimen.

    Quiche es como una tarta, pero salada. Es decir, la base es de masa: agua, harina, aceite, sal...Y encima se le pone una crema hecha con huevos, leche evaporada, queso blando y lo que cada uno quiera: carne picada, pescado, verduras. Se mete al horno media hora, más o menos y...voilá.

    Y claro que te la preparo, cuando tu quieras. Una caricia a mi gatito

    10/03/11 04:03

  • Norah

    -Pero no me pondré peluca-dije, enfurruñada. Me voy a comprar pañuelos bien bonitos, de colores, y turbantes, como una vieja actriz retirada. Si tengo que estar horrible, al menos que sea con glamour. ..esaaa es la mujer, muy bueno como siempre y siempre haces que tenga fantasias con tus hombres haha, beso inmenso.PD:perdón, solo con Lucas, en Daniel prometo no pensar, no quero perder una amiga.

    10/03/11 06:03

  • Beth

    Te lo presto, querida Norah. Para eso están las amigas. Pero no me lo sobes mucho, que está delicado de salud.

    Siempre he mantenido que la gloria de escribir no es que la gente compre tus libros, sino la libertad y sensación de poder que da crear de la Nada, aunque luego te vuelves esclava de los personajes, que te llevan a donde quieran. Y además, el poder, en algunas ocasiones, de hacer soñar y disfrutar a quien lo lee. Eso es lo que me gusta. Lo demás es comercio

    Besos

    10/03/11 11:03

  • Vocesdelibertad

    Beth: a veces las personas se acostumbran a las frialdades y cuesta aceptar una mano cálida... a Daniel cada día le agregó cualidades y a Elena la anima mi buena vibra.
    Abrazos, estoy encantada contigo

    15/03/11 03:03

  • Beth

    Ay, Voces, es verdad, cuanto nos cuesta en ocasiones confesar nuestras debilidades y miedos, e incluso aceptar cuando se nos tiende una mano

    16/03/11 12:03

  • Endlesslove

    Cuanto le costaba a helena reconocer que necesitaba la ayuda, se hacía la fuerte pero no tanto para no reconocer esa mano hermosa de Daniel , de la que ya me declaro ahora sí enamorada.
    ¡Rendida de amor por el personaje! ejeje

    11/09/11 01:09

  • Beth

    Pues yo somos dos, nos tendremos que repartir a Daniel, con permiso do doña Elena

    11/09/11 06:09

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