TusTextos

Mientras Llega MaÑana 20

Me acosté temprano. Había sido un día muy largo y lleno de emociones encontradas; el miedo lógico a empezar un tratamiento pensado para curarme, pero que también me dañaría al mismo tiempo; y sobre todo, la conversación de la tarde con Daniel. Tácitamente, no hablamos de eso mientras cenábamos; sino que nos limitamos a comentar las noticias del informativo, y él me explicó por encima cómo trabajaba cuando cubría una zona en guerra. Los dos sabíamos perfectamente que estábamos obviando lo que de verdad ocupaba nuestros pensamientos; pero no era el momento para detenerse a pensar en relaciones y sentimientos. Cuando le dije que estaba cansada, que me iba a la cama, se levantó y me besó en la frente; e incluso ese beso inocente, casi de hermano, no lo era cuando provenía de sus labios. Se apartó a regañadientes y me dijo que le llamase si de noche me encontraba mal.
Me quedé dormida en cuanto puse la cabeza encima de la almohada; pero hacia las tres de la mañana me desperté sudando, y con unas horribles nauseas que me llevaron al cuarto de baño; donde me senté en el suelo, con la cabeza apoyada en la taza del inodoro, doblada por la mitad por las arcadas. Cuando empecé a vomitar, no se cómo, porque pensé que no había hecho ruido, Daniel apareció a mi lado. Le hice una seña de que se marchase, no le quería junto a mí en ese momento tan humillante. Pero no me hizo caso. Me sostuvo la frente y me ayudó a levantarme; pero no podía sostenerme de pie. Cada vez las arcadas eran más frecuentes y cuando pensaba que ya no me quedaba nada que soltar, seguía vomitando de nuevo. Daniel se había sentado en el suelo y me sostenía entre sus piernas. Me encontraba tan mal que desde hacía un rato había dejado de pedirle que se marchase. Por humillante y desagradable que fuese para mí, reconozco que me hacía sentir mejor tenerle cerca. Eran casi las siete cuando cedieron las nauseas y fui capaz de ponerme en pie, con la ayuda de Daniel. Apoyada en él conseguí llegar hasta el lavabo y pude lavarme los dientes y mojarme la cara. Notaba el poco pelo que tenía completamente empapado en sudor y pegado al cráneo. Necesitaba una ducha, pero no me encontraba con fuerzas; tendría que descansar algo primero. Sin decirme nada, me levantó en brazos y me llevó hasta la cama; donde no opuse resistencia cuando me acostó y me arropó. No tenía fuerzas para hablar apenas, pero creo que entendió por mi mirada cómo le pedía que se quedase. Me resultaba más fácil que decírselo con palabras. Se sentó en la cama, sosteniéndome la mano y no tardé en quedarme dormida.
Cuando abrí los ojos por la ventana se filtraba una débil claridad invernal, y sentí un peso encima de mis piernas que me impedía moverme. Me incorporé algo y descubrí la razón de mi inmovilidad; Daniel se había quedado dormido, y supongo que sin darse cuenta me aprisionó las piernas con la parte superior de su cuerpo, mientras la otra media colgaba de la cama. No se cómo era capaz de dormir en semejante postura; pero al parecer estaba cómodo. No podía decir lo mismo de mí, porque las piernas se me habían quedado sin circulación, pero tampoco quería moverme y despertarlo. Menos mal que cinco minutos después abrió los ojos y me miró, asustado, atusándose el pelo. Parecía no recordar donde se encontraba, hasta que consiguió ponerse en pie.
-Buenos días-le dije. Menudo dolor de espalda vas a tener.
Se estiró y se frotó los ojos, antes de mirar qué hora era.
-Buenos días. Siento haberme quedado dormido encima de ti. ¿Cómo estás?
-Mejor, débil, pero entera. Cuando me haya duchado, estaré perfecta.
-¿Podrás tú sola?
Me ruboricé, supongo.
-Claro que si.
-Pero deja la puerta entreabierta.
-¿Para qué?
Se echó a reír.
-Por si te mareas, para que no te rompas la crisma en la bañera. No soy un pervertido que se divierte espiando, si es lo que te preocupa
Cuando acabé de ducharme me sentí de nuevo persona; e incluso tuve la suficiente presencia de ánimo para maquillarme un poco, al menos para disimular el mal color y las ojeras. Me puse un pañuelo de tonos anaranjados, que hacía juego con mi jersey, y entré en la cocina, desde donde me llegaba el aroma del café. La mesa estaba puesta y Daniel había hecho zumo de naranja y tostadas. Pero mi estómago no estaba bien todavía, y preferí tomar solamente un te con una nube de leche y una tostada; sola, sin mermelada ni mantequilla. Ahora me encontraba un poco cohibida; no sabía como darle las gracias, quizá porque su ayuda la noche pasada había significado tanto para mí que cualquier palabra que pudiese pronunciar estaría vacía de significado. Pero algo tenía que decir.
-Daniel-empecé, vacilando un poco. Quiero que sepas que nunca nadie se había comportado conmigo de esa manera.
-¿De qué manera?-me preguntó, untando generosamente su tostada de mantequilla.
-Quiero decir que nunca podrás darte cuenta de lo que significa la ayuda que me prestas. Cuando supe que estaba enferma, pensé que solo iba a contar con la ayuda de mi hermano, y lo que estás haciendo…
No me dejó seguir; me pidió que acabase de desayunar y dejase de gastar saliva en vano. Y yo no quise discutir, porque en realidad, ¿qué más podía decirle? ¿Cómo expresar lo que sentía? Recogimos la mesa en silencio y de común acuerdo, aunque sin necesidad de palabras, nos pusimos ambos a escribir. Yo necesitaba evadirme de la realidad porque me daba miedo enfrentarla; y no sólo era temor al futuro por el mal que me aquejaba; sino que temía mis propios sentimientos; lo que hacía ya un tiempo que estaba naciendo dentro de mí, pero que tenía que cortar de raíz, antes de que fuese demasiado tarde. Recordar la historia de las mujeres de mi familia me ayudaría, porque si ellas habían tenido tan mala suerte en el amor, no iba yo a romper la tradición.

Querida Úrsula:

No se si tu abuela Ana fue feliz en su primera juventud; supongo que si, como todas las chicas jóvenes y sin demasiadas preocupaciones. En todo caso, debió de ser un momento corto y puntual de su vida; pues desde mis primeros recuerdos, siempre que pienso en mi madre me viene a la mente una mujer hermosa, pero triste y abatida, vencida por la vida y que había renunciado a todo, incluso a la sonrisa. No se que hubiese sido de mi si en la infancia no hubiese estado arropada por la sombra protectora y amable de mi abuela. Se que mi madre empezó a trabajar poco después del accidente en la consulta de un médico, como secretaria y recepcionista. Este médico no era otro que Ernesto Montes, mi verdadero padre, aunque eso hace muy poco que lo he descubierto. En mi casa el dinero se hizo escaso cuando Luís se quedó en la silla de ruedas, pues estuvo unos años sin trabajar, y por eso mi madre tuvo que buscar un empleo. Nadie me ha contado como empezó ella su relación con quien fue mi padre, pero no hace falta ser muy imaginativo para darse cuenta de que un hombre y una mujer, ambos jóvenes, que se ven todos los días y pasan juntos mucho tiempo, pueden acabar enamorándose o al menos creyendo que se aman lo suficiente para tener una aventura. Es fácil de entender que la vida de Ana había cambiado mucho, y para mal; y que para una mujer joven debía ser duro estar atada a alguien de por vida por el mero sentimiento de la culpabilidad, más que del amor. Hasta hace muy poco tiempo no supe que tampoco Ernesto era demasiado feliz en su matrimonio. Parece ser, según me contó mi hermano, que su madre y nuestro padre se conocían desde pequeños, pues sus familias eran amigas y sus padres veían como un hecho consumado que los hijos acabarían casándose. La mujer de Ernesto se llamaba Mercedes; y era hermosa, según las fotos que he podido ver. Bastante distinta a mi madre, pero muy hermosa. Creo que ellos no fueron culpables, que no buscaron hacer daño a terceras personas; sino que simplemente no pudieron evitar lo que pasó; o quizá no lo intentaron con la suficiente fuerza. Es fácil condenar a los adúlteros; pero pienso que nadie se levanta una mañana, decidido a engañar a la persona con quien comparte su vida, sino que simplemente sucede; y hay gente que tiene más facilidad que otra para dejarse llevar. Lo grave de esta situación es que hubo una consecuencia inesperada, y esa consecuencia fui yo. Era impensable en aquellos tiempos que un matrimonio de buena posición, como el de Ernesto y Mercedes, se rompiese por un devaneo, aunque fuese con resultados. Y más impensable era todavía que mi madre abandonase a Luís por un médico casado y con un hijo de dos años, aunque estuviese embarazada de esa misma persona. El hombre que me crió como amante padre tenía a mi madre sujeta por la fina cadena de la culpa y el remordimiento, y no pensaba romperla tan fácilmente. En su descarga tengo que decir que a mí siempre me adoró y que fue el mejor padre que una niña pueda haber soñado. Por eso le quiero y tengo de él tan buen recuerdo. Y con el tiempo he aprendido a perdonar a mi madre, y también a querer a mi verdadero padre; sobre todo porque gracias a él, a sus desvelos, la vida me ha regalado algo a lo que creí que nunca tendría derecho: un hermano.
Pero no quiero adelantarme demasiado en los acontecimientos. Seguiré, poco a poco, contándote la historia de nuestra familia. Entretanto, nunca olvides que te quiero

_________________
Beth22 de marzo de 2011

12 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Poco a poco vas contando los secretos de la familia y como bien dices una infidelidad no es algo planeado simplemente sucede.
    Me caen muy bien Daniel y Elena me hacen recordar a mis amos Marta y Lucas aunque Daniel es más amigable.
    Un gusto enorme leerte.

    Sergei.

    22/03/11 03:03

  • Beth

    Si, gatito.Lucas era un poco más animalete, aunque creo que el corazón de ambos es igualmente bueno. Una caricia a mi gatito

    22/03/11 03:03

  • Kapy22

    Sensacional historia amiga BETH. la empezare desde el principio para enterarme de todo todo. Enhorabuena por tus escritos.

    Un saludo enorme, te veo en Soy.(esperanza), mi ultimo texto que espero que disfrutes.

    Un beso, KAPY.

    22/03/11 05:03

  • Beth

    Gracias por detenerte a leer mis fantasías, Kapy. Un abrazo

    22/03/11 05:03

  • Vocesdelibertad

    Beth:
    Creo que Elena le pasó lo mismo que a mí, leí la carta, e inmediatamente Daniel regresó a mis pensamientos. Realmente es un gran apoyo contar con una persona en momentos de sufrimiento.
    Linda historia!!!

    22/03/11 08:03

  • Beth

    Cuando estamos bien no necesitamos a nadie, querida Voces, pero en los malos momentos es cuando se ven las personas

    22/03/11 08:03

  • Norah

    Cómo expresar lo que sentía? Lo que sentías mi querida Beth es esa mágica sorpresa, cuando nos damos cuenta de que lo que consideramos casi desconocidos son capaces de mucho mas que los cercanos, beso grande.

    24/03/11 06:03

  • Beth

    Pues si. Cuantas veces, querida Norah, la gente que tenemos al lado no nos da ni la mitad que alguien que llega a nuestras vidas de imprevisto. Otro beso para ti

    24/03/11 10:03

  • Elisa2010

    BETH ,, HERES UN EN CANTO TUS TEXTOS SON EXCELENTE Y TU HERES MARAVILLOSA TE FELISITO POR TUS LINDOS TEXTOS Y TE ADMIRO Y TEDOY LAS GRASIAS POR COMENTARME LOS MIO PUES SOIS TODO UN ENCANTO ME HABEIS DADO LA YLUCION DE SEGUIR VIVIENDO OS MERESEIS MUCHA FELISIDAD EN EL AMOR ,,EN EL TRVAJO ,,EN LA VIDA FAMILIAR OS MERSEIS LO MEJOR CUANDO PERDI A MI HIJA ESTBA UNDIDA Y GRASIAS A BOSOTROSSU PERE RECUPERANDOME ME ACOJIERN USTEDES CON TODO MIS DEFECTO Y MI FALTAS AUNQUE ALGUNOS ME AMARGARON UN POCO PERO GRASIAS ADIOS USTEDES ME ALLUDARON PARA SOPORTARLO OS DESEO ATODOS LOS DE TUSTEXTOS UNA VIDA PLENA MENTE FELZ OS LO MERESEIS CON TODO MI AMOR Y SISERIDAD QUE DIOS OS BENDIGA Y TENGAIS MUCHA SUERTE EN LA VIDA UN SALUDO CON TODA SINSERIDAD PARA TODOS

    26/03/11 12:03

  • Beth

    Querida Elisa, usted si que es un encanto y muy valiente por llevar su pérdida con tanto coraje. Nada hay en la vida más querido que un hijo ni nada peor que perderlo. Pero debe pensar que simplemente su niña se ha ido a otro lugar por un tiempo y que después se reencontrarán las dos.

    Le mando un cariñoso beso, que es usted un poco como la madre de todos, y sabe que la queremos y la respetamos.

    Beth

    26/03/11 05:03

  • Endlesslove

    "Es fácil condenar a los adúlteros; pero pienso que nadie se levanta una mañana, decidido a engañar a la persona con quien comparte su vida, sino que simplemente sucede; y hay gente que tiene más facilidad que otra para dejarse llevar".

    Con este pensamiento me quedo y sobran las palabras. Aveces juzgamos tanto!!!

    11/09/11 01:09

  • Beth

    Yo, cuando era más joven, era de las que juzgaba. La juventud es así, se creen en posesión de la verdad. Y cuando nos va llegando la madurez nos damos cuenta de que las cosas no siempre son lo que parecen y que entre el blanco y el negro hay una gama de grises bastante amplia

    11/09/11 06:09

Más de Beth

Chat