TusTextos

Mientras Llega MaÑana 38

Daniel entró en la cocina cuando Diego y yo todavía estábamos allí. Se sentó a mi lado y me tomó de la mano. No suelo ser demasiado llorona, pero me refugié en sus brazos, con los ojos anegados en llanto. La situación me superaba. Lo que esperaba que fuese un reencuentro con mi hija se había convertido en una batalla campal. Oía la voz de Úrsula interrogando a su abuelo, y como éste intentaba tranquilizarla. Daniel me palmeaba la espalda como se hace con los niños pequeños cuando se han caído y están más asustados por el golpe que por el dolor.
-Vamos, tranquila. Todo esto pasará. Dale tiempo. ¿Quieres que me marche unos días a un hotel?
Le agarré con fuerza de la camisa.
-No, ni se te ocurra. Por favor, no me dejes sola. Tendrá que entenderlo. Si no lo hace, no se, prefiero no pensarlo.
Ese fue el momento que escogió Elia para sumarse a la fiesta.
-Mi encantadora y ruidosa sobrina ha llegado, por lo que veo. Me ha visto en el salón, pero estaba como un toro bravío a punto de embestir y no me ha dicho nada. Madre del Amor Hermoso, que carácter. Mi padre está intentando calmarla, pero ella no deja de decir que matará al asqueroso barbudo. Y no es por señalar, pero creo que va por alguien medio pelirrojo que anda por aquí.
-Elia, cállate ya, no seas pelmaza-le dije, enfadada. No entendía como todavía le quedaba ánimo para bromear. Pero Daniel se lo estaba tomando con calma.
-El asqueroso barbudo tiene hambre. La tita graciosa, el tito despreciado y la madre casquivana ¿me acompañarán?
Al final los cuatro nos echamos a reír, sin poder evitarlo. Tal vez era la mejor manera de tomarse las cosas, con humor. Daniel se encargó del zumo, yo hice las tostadas y mientras Elia ponía la mesa, Diego preparó café. En poco más de cinco minutos estaba todo preparado, y para mi sorpresa Daniel se acercó a avisar a la nieta y al abuelo.
-Buenos días. Daniel Mendoza, o el asqueroso barbudo que se acuesta con tu madre, como prefieras. Porque me imagino que tú eres Úrsula, ¿no?
-No entiendo como puedes tener la poca vergüenza de hablarme-le contestó, alzando la barbilla con desprecio.
-Por eso, porque soy un sinvergüenza. De todos modos, no he venido por un especial interés en hablar contigo, preciosa, sino para deciros a los dos que el desayuno está preparado. Carlos, ¿nos acompañas? He pensado que luego podremos ir al río del que te hablé ayer. Le echas un vistazo y si te gusta, otro día vamos a pescar.
Supongo que Úrsula pensaba que él entraría en su juego de provocaciones e insultos, y cuando la dejó con la palabra en la boca, también ella se acercó a la cocina y se sentó a desayunar.
-Hola, tita-le dijo a su tía. Se parecían bastante las dos, ahora que me fijaba. Pero mi cuñada era más suave, la edad le había dado una sabiduría de la que mi hija todavía carecía.
-Hola, nena. Ya veo que sigues teniendo el mismo carácter. ¿Has conocido a tu otro tío?
Miró a Diego con aire de desprecio, pero no se dignó contestar.
-Si, puede decirse que hemos sido oficialmente presentados-dijo mi hermano. Aunque creo que el nuevo tito no le gusta demasiado.
-Abuelo, no se como lo soportas
-Pues la verdad es que no me cuesta nada, cariño-le contestó Carlos. Diego, ¿te apuntas a una excursión al río con Daniel y conmigo?
-Abuelo, ¿vas a ir con el barbudo? Por favor, piensa en papá.
-Niña, come y calla. Luego tendrás que ayudar a tu madre con la comida-le dijo Daniel.
-Tú a mi no me das órdenes, cretino.
Y se marchó de la mesa con aires de reina ofendida. Todos nos miramos, pero nadie dijo nada. Creo que pensábamos si saldríamos enteros de la comida.
Elia también se apuntó a la excursión, y no me extrañaba nada; hasta yo misma estuve a punto de escaparme de esta hidra venenosa en que se había convertido mi hija. Pero me quedé, e intenté, valientemente, hacerle frente. Cuando nos quedamos las dos solas, sentadas ante otro café, me faltaron las palabras. Lo que me apetecía era abrazarla, preguntarle por su vida, contarle yo la mía; en definitiva, hablar como se supone que lo hacen una madre y una hija que se quieren. Pero, en el caso de que pudiésemos volver a hacerlo, desde luego no sería en este momento.
-No te entiendo, Mamá. ¿Cómo has podido dejar a Papá por ese barbudo maleducado y pelirrojo? Es un gañán; y Papá es perfecto.
-Quizá como padre lo sea, Úrsula. Pero yo tenía con él un tipo de relación distinta a la tuya. Y no era feliz, ni tampoco lo era tu padre. Se que me echas la culpa del divorcio, y aunque no es verdad, porque en estos casos no hay culpables, sino situaciones, me da igual. Puedo cargar con ella. Pero no he dejado a tu padre por Daniel. Le conocí cuando ya había tomado la decisión de separarme. Él no ha tenido nada que ver.
-Apenas hace unos meses que te has separado y ya le has metido en tu cama. Me dais asco-me repitió, por segunda vez ya en aquella mañana.
Empecé a recoger la mesa; no se si quería oír más de lo mismo.
-¿No te importa cómo se sienta Papá?
-No querida, en absoluto. Porque creo que a tu padre le da igual que yo me acueste con un hombre o con veinte. Y déjalo ya; no seguiré hablando contigo de mi vida sexual. Igual tendría yo que preguntarte por la tuya. Al fin y al cabo soy tu madre. ¿Tienes novio?
-Digamos que hay un chico que me gusta. Salimos bastante, pero no hay nada formal. Pero no desvíes la conversación.
-Te equivocas, nena. No la estoy desviando; es que el hablar de a quien meto yo en mi cama se ha terminado. No es de tu incumbencia.
-Si que lo es. Aquí están pasando cosas muy raras. ¿Y ese hombre que me has dicho que es tu hermano? ¿Desde cuándo tienes tú hermanos?
-Desde que nací, porque Diego es mayor que yo; pero lo he sabido hace año y medio. Y si me vas a echar en cara que lo haya mantenido en secreto, tienes razón, pero los dos pensamos que era preferible que nos acostumbrásemos primero el uno al otro. Mi enfermedad precipitó las cosas.
Seguimos hablando mientras yo preparaba la comida y ella me ayudaba.
-Eres muy extraña, Mamá. Nunca entenderé como te callaste lo del cáncer. Cuando nos vimos en Navidad ya lo sabías, y no me dijiste nada.
Seguí removiendo para que la crema no se me pegase. Tener algo en las manos en aquel momento me ayudaba a pensar, a elegir las palabras de manera que mi hija pudiese entenderme. ¿Cómo lograría llegar hasta ella?
-Verás hija; cuando te dan una noticia de ese tipo, al principio no lo crees. Te parece que te están hablando de otra persona. Y cuando ya lo asumes, te rebelas, te enfadas, porque lo primero que piensas es que tú no lo mereces. Y es verdad, nadie lo merece; pero es algo que nos puede tocar en cualquier momento. Luego hay dos maneras de enfrentarlo; luchando o dejándote ir. Yo al principio confieso que elegí la segunda. El tumor era maligno y ya había avanzado bastante; no quería oír hablar de operarme. Lo único que deseaba era marcharme de Madrid y venir aquí, a esta casa que me había servido de refugio cuando era pequeña. Pero Diego es oncólogo; uno de los mejores de España, y me exigió que fuese a verle antes de tomar una decisión. Me convenció para que me operase, casi me obligó. Y hoy le estoy agradecida, porque me salvó la vida, al menos de momento. Mañana, ya se verá; pero mientras llega ese mañana, yo estoy viva; salgo a pasear, como, duermo, me canso, río, lloro, me enfado, y amo de nuevo. Pero contestando a tu pregunta; en Navidad no quise contártelo porque ya era bastante penoso que te enterases del divorcio. Preferí ir poco a poco, y que lo supieses después de la operación. ¿Qué objeto tenía preocuparte antes?
-Pero sabes que yo me hubiese quedado a tu lado.
-Pues quizá por eso lo hice. ¿Qué hubiera cambiado que te quedases aquí? Estuve bien cuidada.
-Si, por el de las barbas-bufó, pasándose las manos por el pelo para alisarlo.
-Si. El de las barbas, como tú insistes en llamarle, aunque su nombre es Daniel, junto con mi hermano, fueron mi apoyo en ese momento. El único que tuve, y que me bastó, porque nadie podría haber hecho más por mí. Me mimaron, me cuidaron, me obligaron a vivir de nuevo. Y si me quieres, deberías estarles agardecida.
-Papá hubiese hecho todo eso y más.
-Papá me llamó solo una vez, y luego se limitaba a mandarme algún correo electrónico, de vez en cuando. Por favor, Úrsula, deja el tema. Nunca te hablaré mal de tu padre, Dios me libre, pero te ruego que no me lo presentes como si fuese San José. Solo te diré que no tiene nada que ver su papel de padre con el de esposo. Puede haber sido buen padre para ti, pero no ganará el premio al marido del año.
-Tampoco tú eres perfecta.
-Y no lo pretendo, cariño. Lo que intento explicarte, porque creo que ya eres una mujer y debes saber distinguir, es que un hombre puede ser un héroe para sus hijos, y un villano en otros aspectos de la vida. Con esto no estoy llamando villano a tu padre-la corté cuando empezaba de nuevo a sacar las uñas. Intento que entiendas que desde hacía tiempo yo estaba atrapada en una relación que no me hacía feliz, y cuando supe que estaba enferma, que me podía morir, decidí que no me apetecía hacerlo estando todavía casada. Porque mi matrimonio era una enorme mentira que los dos alimentábamos por comodidad, por pereza, por costumbre. Y tú no tienes nada que ver en ello. Tienes que mantenerte neutral e intentar no tomar partido; entre otras cosas, porque te faltan elementos para hacer juicios y porque no eres nadie para juzgarnos.
Beth20 de mayo de 2011

3 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Nefertiti sacando el carácter, sin lastimar pero tácita, me gusta esa manera tan sincera y natural de enfrentar la vida y vivirla mientras llega mañana.
    Abrazos con todo mi cariño Beth

    20/05/11 07:05

  • Beth

    Es que a veces los hijos son egoístas y piensan que sus padres deben vivir siempre para ellos, como si no tuviesen vida propia

    20/05/11 09:05

  • Endlesslove

    Elia me ha hecho reír, perfecta para esa clase de situaciones sus apuntes.
    Helena, Discreta y generosa .No quería hacer más daño a su hija hablando mal de su padre.
    Las palabras perfectas, pienso que fue ecuánime y todo lo que dijo a Úrsula era lo que necesitaba decir.

    13/09/11 09:09

Más de Beth

Chat