No, no nos despidamos.
Por una vez te haré caso.
No quiero decirte adiós,
ni siquiera me des un beso,
no me tomes de la mano.
Los adioses huelen a veneno.
No quiero decirte adiós
cuando te vea saliendo.
Como siempre, amor,
me tragaré mis lágrimas,
me haré con ellas un collar
que huela a sal y a esperanza.
Y me quedaré velando,
como la Penélope de otros tiempos,
tejiendo y destejiendo sueños,
murmurando oraciones, que
a tu vuelta, amor mío,
se perderán entre tu pelo.
No quiero decirte adiós
ni tan siquiera hasta luego.
Porque te quedas aquí,
muy dentro. Te llevo
en mi sangre, otras veces
te recuestas, escondido,
en mi pecho.
Vives dentro de mi, tienes
tu sitio en mi corazón,
donde late mi vida, y a
cada minuto te fundes
en mi boca y te conviertes
en mi motor, mi aliento
y mi medicina.
Como siempre, amor,
me tragaré mis lágrimas,
me haré con ellas un collar
que huela a sal y a esperanza.
Amita, tú siempre derrochas amor. Son tus palabras tan tiernas. Nadie querrá despedirse teniéndote cerca. Siempre me haces suspirar.
Un gusto enorme es y será leerte siempre.
Sergei.