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Novela 3

Al volver a su pequeña casita Inma la estaba esperando, sentada en una mecedora al lado de la ventana de la sala que daba directamente al jardín. Desde la cocina se atisbaba, en la distancia, el puerto. Y cuando estaba en su cama blanca de forja, nada más despertarse, podía ver el bosque que lindaba con su propiedad, detrás de la casa. Era un estilo de vida distinto y relajado, que nunca había conocido. En su antigua vida siempre estaba pendiente del reloj, de ir corriendo de un lado a otro sin detenerse a saborear las cosas buenas de la vida. Aquí el reloj apenas existía. Cierto que no tenía a mano todas las comodidades de antes, pero le bastaba una visita mensual a la ciudad para quedar saciada de calles atestadas de gente, tráfico endiablado, atascos y prisas.
-Has tardado mucho-le dijo su amiga nada más entrar.
Se sentó en otra mecedora a su lado y se fijó en cómo su aspecto había mejorado en los pocos días que llevaba allí. Ya no tenía aquella cara afilada, con los pómulos queriendo taladrar su piel y los ojos sin vida. Ahora la cara se le empezaba a redondear un poco, suponía que por efectos del embarazo pero también porque dormía y comía bien. Y ella misma se encontraba mejor, más tranquila y dueña de sí misma.
-He encontrado unas cartas de mi tía.
-¿A un antiguo novio?
-No, claro que no-se rio ella. A mi madre. Ella se las devolvió cuando supo que su enfermedad no acabaría bien. No creo que mi tía haya tenido muchos amoríos en su vida. Aunque nunca se sabe.
-¿Por qué lo dices?
-Bueno, mi madre le habla de un secreto, de algo que mi tía le contó y que no sabe nadie más. Aunque conociéndolas a las dos, y sabiendo cómo eran, lo más posible es que se trate de cualquier tontería. De todos modos le he pedido a uno de los chicos que está trabajando en la reforma que nos traiga el baúl esta tarde. Como parece que lloverá y no podremos salir a pasear, estaremos entretenidas leyendo las cartas de mi tía.
-Pues no sé si yo debo leerlas. Al fin y al cabo, son cosas de familia.
Amanda chascó la lengua en un gesto de displicencia.
-No digas tonterías. Siempre nos lo hemos contado todo tú y yo. No creo que el supuesto secreto de mi tía sea algo tan terrible.
Al cabo del tiempo, recordando aquella conversación Amanda se decía a sí misma que nunca se deben lanzar juicios precipitados ni juzgar a los demás sin conocer. Entonces ella desconocía que las cartas de Tía Irene le cambiarían profundamente no sólo la vida, sino incluso su concepto del mundo y de lo que estaba bien o mal. Las primeras cartas que leyeron estaban en la misma línea que la primera. La joven que había sido su tía le contaba a su hermana cómo era su día a día y se entretenía en anécdotas sobre la pequeña ciudad, el trabajo o cómo pasaba su tiempo libre. Pero luego el tono empezó a cambiar un poco; sobre todo cuando apareció en la vida de Irene Cuesta un hombre cuando menos extraño.

Querida Inés:

Hoy, para variar, no te contaré cosas cotidianas. Aquí, que nunca pasa nada, ha pasado algo. Ha entrado en la oficina un hombre que desde el principio me ha fascinado. Es sueco, aunque parece ser que su padre era inglés. Se llama Paul Knight. Lo primero que me fascinó de él fueron sus ojos. Nunca he visto unos ojos tan azules y menos en un hombre. No sé exactamente la edad que tiene, pero calculo que ya no cumplirá los cuarenta, porque aunque su pelo es muy rubio, empieza a platearse ya en las sienes. Tiene una voz, hermana, cómo nunca he oído…grave, fuerte, profunda, parece como si en vez de hablar, unas veces susurrase y otras disparase ráfagas de ametralladora. Habla español bastante bien, aunque con un extraño acento que le hace todavía más interesante. Parece ser que tiene negocios en distintos lugares de Inglaterra y de los países nórdicos y está pendiente de un contenedor que se está retrasando porque en el puerto de Las Palmas se han equivocado al embarcarlo. Me ha llamado la atención que cualquier otra persona, ante un error así que le hará perder dinero, se hubiese mostrado enfadado, quizá hasta furibundo. Pero este hombre parece la calma en persona y en los tres días que hace que le conozco nunca le visto alzar la voz. Ayer coincidí con él cuando salía de la oficina para irme ya a casa. Eran más de las ocho de la tarde y las calles cercanas al puerto estaban llenas de gente paseando o tomando unas tapas en las terrazas. Nos saludamos y cuando ya pensé que cada uno se iría por su lado, me invitó a que nos sentásemos en una cafetería. Me tomó por sorpresa y realmente no supe qué decirle. Es más, creo que no le dije nada, y él lo tomó como un asentimiento; así que me agarró suavemente del brazo y yo me dejé llevar. Ya sabes que yo no soy tímida y nunca me faltan palabras, pero cuando me senté enfrente de él…sólo me preguntaba qué pensaría de mí. Seguramente que soy una pueblerina y una estúpida. Ya me imagino que él estará acostumbrado a tratar con mujeres mayores que yo, con mucho vivido a sus espaldas y que saben cómo conducirse en cualquier circunstancia. A pesar de todo, poco a poco me fui soltando y pude articular algunas frases como una persona normal. Supongo que para que no estuviese incómoda me contó algo de su vida. Parece ser que su madre es sueca y su padre inglés, aunque ninguno de los dos vive todavía. Tiene varios hermanos; pero es él quien se ocupa del negocio que heredó de sus padres. Nos quedamos en aquella terraza casi una hora y cuando ya íbamos a marcharnos me sorprendió que se ofreciese a acompañarme a casa. Accedí, y durante el trayecto me preguntó si mañana podría recogerme a la salida de la oficina e invitarme a cenar. Gracias a Dios que no pude verme la cara, porque me imagino que me quedé con la boca abierta como una tonta. Le dije que sí, claro. Mañana te contaré como me ha ido en la cena. Temo aburrirle y al mismo tiempo no dejo de preguntarme por qué me ha invitado. Deséame suerte, hermana, voy a necesitarla.
Irene



Beth18 de mayo de 2014

4 Comentarios

  • Orzada

    Elegante Beth:

    Voy fatal de tiempo; un reloj me persigue. Pero mira, me paro a leer las cartas de Irene y el reloj me adelanta, esperándome en la esquina. : )

    Quería animarte a continuar esta novela; se lo merece. Y quiero saber más!
    Cuando pueda, te daré las gracias más despacio.
    Un abrazo, buen día.



    20/05/14 08:05

  • Beth

    Gracias a ti, amiga. Para alguien que escribe, lo sabes, no hay mayor regalo que un lector. Quiero seguirla, aunque escribir una novela es algo así como un parto: trabajo muy gratificante, pero doloroso. Los personajes también tienen que desgajarse, en este caso de mi cabeza y de mi corazón...Te mando un sincero abrazo y de nuevo mi agradecimiento

    20/05/14 10:05

  • Vanished

    Me reconozco en eso de que siempre estamos como queriendo escapar de algo, eso que parece que no hay tiempo nunca para nada y debieramos estar haciendo otra cosa apresurados, no he leido novela 1 y 2 y creo que no lo podre hacer por la forma en que accedo a internet pero creo que desde aqui si puedo escribiendo http://tustextos.com/beth/novela-4/ y cambiando el numero del final :D te reirás pero mi acceso a internet es un poco raro jajjaja, y se niega a entrar a "todos los textos de beth" no se porque, bueno si sé porque, tengo internet gratis :)
    ups: "Se sentó en otra mecedora a su lado y se fijó en cómo su aspecto había mejorado en los pocos días que llevaba allí "...
    Aunque al reflexionarlo se entiende he encontrado que alli un poco me perdi... quizas si agregas el nombre sería mejor, me refiero a "el aspecto de Amanda" no te enojes, y si te enojas dimelo, es mejor siempre saber las cosas para estar claros, mandame un privado siempre que algo que yo diga te moleste, será bueno, no es mi intención criticar solo espero ayudar en un momento que me costó entender quien de las dos hablaba allí, por lo demás me gusta como lo narras... encantado. besos

    30/06/14 04:06

  • Beth

    Entiendo lo que quieres decir y tienes razón. Hay un motivo: aunque esto lo pongo como novela 3 en realidad es un capítulo ya bastante adelantado de la novela. No la he puesto desde el principio, con lo cual hay algunas cosas que no se pueden entender fácilmente porque vienen de atrás. Quien llega es Inma, una amiga de Amanda que tiene problemas y que está "curándose de sus males" con ella. Gracias por la lectura

    30/06/14 10:06

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