Penélope ya no espera.
No hay manto que tejer
y destejer, ni es necesario
otear el horizonte en busca
de una nave que traiga a
Ulises a su vera.
Pero entre tu azul y mi azul
persisten mil noches en vela,
un corazón que todavía late
y mil formas de amar
que permiten que tu sonrisa
sea mi bandera.
Y aunque pase el tiempo
y las sienes cambien de color,
aunque la mirada se seque
y poco a poco se aposente el dolor,
Penélope nunca olvida
del todo a quien pudo
haber sido su gran amor.
No es malo recordar
cuando esos recuerdos
hacen que de nuevo
se avive, aunque brevemente,
el corazón.
Guárdate, Ulises, de los
cantos de sirena y busca
una nueva tierra que
se parezca a Ítaca,
aunque no sea como la primera.