Tenía pinta de llamarse Amelia.
No parecía correr la misma suerte
que su tocaya francesa.
En aquel bar de mala muerte
todos las noches bebía su absenta
con el semblante inerte.
Hasta aquella noche.
Cuando rompió a llorar
temblaron las bolsas de sus ojos.
Se adivinaba que en ellas
no había más que años
de llanto acumulado.
Me giré para mirarla mejor.
¿Quien se esconde
tras esa mirada cansada?
Aún con el cuerpo lleno de cicatrices
sigues siendo más bella que el alba.
Me acerqué vacilante a su mesa.
Cuando dejen de sangrar
las lágrimas en tu ropa
¿me lo dirás quizás?
Mujer que llora silenciosa,
siempre en el mismo bar
apurando la misma copa.
