En las afueras de la ciudad, junto a la carretera que lleva al lago, hay un camino con altos árboles y en medio un camino que llevan a algún lugar. No me atrevo a entrar con el coche, así que voy a pie, el aire huele a tierra mojada, a flores silvestres a musgo. Con cada paso el bosque es más espeso, y los árboles me susurran, pero no los entiendo, tomo un trago de mi petaca para aliviar el miedo, estoy sólo, sólo con los seres del bosque, sin apenas luz sin visión hasta el final del sendero
- ¿Dónde me llevará? .
La verdad que el miedo me hace los pasos muy pesados, pero la curiosidad me empuja hacia delante. Se ve algo entre los árboles, una casa grande, antigua, de ventanas sucias y algunas rotas, un jardín abandonado, sigo adentrándome y llego al jardín, de un árbol cuelga una rueda que en su tiempo sirvió de columpio, debieron habitarla una familia con hijos, miro al frente y hay un porche que da paso a la casa, toco la puerta para abrirla y un puñado de telarañas se me pegan a las manos. La puerta se abre sola, el tiempo y las polillas la desencajaron del marco, saco mi linterna de la mochila y voy entrando muy despacio porque ahora el miedo me pesa aún más, sudores frío caen por mi frente, casi en penumbra se puede oler la humedad, el polvo, las historias de una vida que fueron a algún lugar. Inesperadamente oigo un portazo que viene de arriba, me quedo petrificado en la loza y mi corazón late a mil por hora, casi se puede notar a través de mi camisa, suspiro y comienzo a subir las escaleras, hay juguetes viejos por toda la casa, veo montones de cenizas y de ellas sale que queda de una muñeca, la madera huele un huele a quemado y las paredes y sus cuadros están igual, la parte de las habitaciones está aún peor, está claro que hubo un incendio, tal vez por eso ya no viva nadie, hay una puerta abierta, las demás están cerradas, así que me dirijo hacia ella, restos de paredes con dibujos de flores, una casa de muñecas, un balancín en forma de caballo casi calcinado, una camita que por el tamaño no debía de ser muy grande la niña que la ocupaba, porqué la decoración perfectamente hablaba de que allí dormía ,jugaba, y soñaba una niña
Vuelvo a oír el portazo y se abre el armario, mi corazón ya casi fuera de la camisa, con una voz temblorosa pregunto si hay alguien y nadie contesta, me muero del miedo, el pánico se apodera de mi y me encierro por un rato en el armario. Desde una rendija del armario veo que la puerta de la habitación que se había cerrado se ahora se abre, una silueta de una niña de unos cuatro años con un oso de peluche se acerca hacia mi, y yo respiro hondo y empiezo a calmarme, allí aún había gente, el miedo me hacia pensar cosas terribles y no se me ocurrió que todavía estuviera habitada. Salí y salude a la pequeña, ella me miraba con unos grandes ojos apenas sin brillo y no dijo nada, sólo me miraba
-¿Cómo te llamas pequeña? ¿Dónde están tus padres?...pero la niña me miraba con pena y no hablaba, se dio la vuelta y se sentó en al cama cubierta de rescoldos, empezó a balancear sus piernecitas delgaduchas y carraspeo su voz como si llevara tiempo callada
Mis papás no están, ¿los has visto tú?...Yo le conteste que no, que creía que la casa estaba deshabitada, y le pregunte por el fuego.
La niña empezó a llorar y me contó lo ocurrido. Mientras sus padres dormían ella había oído ruidos en el pasillo, su gato quería entrar a su cuarto, cogió un candelabro que había en la mesita junto a la escalera y llamo al gato incesantemente hasta que su madre despertó, al salir del cuarto vio a la pequeña con la vela encendida y le dio un grito, ésta hecho a correr hacia la ventana que había al final del pasillo haciendo prender las cortinas que ella colgaban, de ahí el fuego fue reptando por el papel de las paredes y convirtiendo en cenizas cada una de las habitaciones. La pobre niña sin parar de llorar con su osito de peluche abrazado se escondió en el armario, justo lo que hice yo cuando me entró el pánico.
La pequeña me volvía a preguntar otra vez donde estaban sus padres, que porque no volvían, me cuenta que a través de los cristales ahumados de su cuarto los vio escondidos bajo unas sábanas y que los metían en un coche grande y que con ellos había una niña escondida también, pero que paró de contar y no salían de su escondite, todo esto sin parar de llorar y yo lloraba al mismo tiempo que ella de saber lo que no sabía, no sabía que la niña que iba con sus padres escondida bajo las sábanas era ella, que los estaría esperando a que salieran de su escondite todo la eternidad, que estaba sola y que nadie, nadie más que yo sabía que una dulce niña habitaba la casa quemada.
