Corrió la sangre el patíbulo
donde gritaban los hijos de mala puta
y las voces normales se siguen pudriendo
como los sueños del fantasma,
tras de una negra capa
y una más amarga batalla,
ya, sin cuchillos y sin balas.
Cuan conejos seguidos por el zorro
balbucean los loros el mismo
cuento y el mismo miedo,
que ya padecieran los abuelos
y hoy, sufren nietos y biznietos.
Piden, quienes se hacen llamar víctima,
que vuelva el oído, y con él,
aquella roja e inocente sangre,
para calmar su frustración, su ignorancia
y su sobrealimentada estupidez.
Nos sobran dedos
y nos falta conocimiento,
nos sobran ideas
y nos falta humildad,
nos sobra pasión y nos
falta una alta dosis de realidad.
Nos sobran cojones,
y nos falta aprender a escuchar.
Parece, pero no,
la vida no es el circo
de los tres o cuatro señoritos
que sin saber que es el hambre
alegan de ella su mal,
para que su pueblo se alce
contra algo, que ni se espera,
ni llegara.