Heridas de otoño,
del ocre al rojo,
se engalanan las hojas
que a manos de la brisa
morirán con dignidad,
silenciosa madre
que las mece y mima,
a ellas, entregan su final.
Puedo respirar el bosque,
beber de sus riachuelos,
comer de sus raíces.
Puedo soñar momentos
sin llorar entre ellos,
puedo ser yo.
El niño que ayer corrió
y hoy, suspira emoción.
Alegrías y desengaños
han madurado mi conciencia,
mi memoria,
mi manera de pensar.
Las ganas,
de recostarme y recordar,
como aquellas hojas
acariciaban la libertad.
Hola, Buitrago. Me ha parecido bellísimo, ese otoño de la vida que nos recuerda que hemos vivido, que nos invita a cambiar de ritmo. Me ha encantado Un saludo