TusTextos

Iv

Cuando aún no sé si soy más rojo
que fascista u hombre que gorila,
las gentes, que saben más que yo
y que la propia vida,
desde sus almenas de ladrillo y cerveza,
me acusan, ¡y cuidado! de oídas.

Sus dedos están de punta,
sus uñas, como los picos de las muelas,
afiladas y dispuestas.
Pero es su baba, su malísima baba,
lo que termina decantando
hacia un lado la balanza.

Andamos preñados de sueños
que no han de cumplirse,
y con una sonrisa de oreja a oreja
seguimos soñando sin que nos invada la pereza
que distingue al animal de la fiera.

Era de noche cuando vendí el alma,
no hacía mucho que terminábamos de joder.
Ella dormía y yo, me aburría. Y yo,
cuando me aburro, soy casi tan idiota
como esos presidentes de gobierno
que creen poder salvar al mundo de sí mismos.

Al cerrar los ojos, he tratado de ser uno de ellos para,
colocado de antifaz y capa,
saltar por la ventana y cazar malos a patadas.
En lo más extraño de mi amarga carne,
creo, que es ver correr ciertas sangres
lo que por fin me pone.

No me preocupa nada
ni sus gritos ni sus lamentos.
He vendido el alma, y con ella,
todo cuanto en mí, de agradable,
las alimañas encontraban, lejos, curiosamente,
de lo que una madre, de mí pensaba.


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Buitrago14 de julio de 2018

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