Tiembla la sobriedad de mis dedos
sobre la noche que me abriga,
amparado de su cuarta luna,
solo,
una pequeña vela
me ilumina,
compañera infatigable
de horas y rutina.
Se retuercen y crujen
llenos de sonidos,
silencio e incertidumbre.
Presto y atento
busco por dentro,
sentado, arrinconado,
pasa el tiempo,
sus ratos,
a un triste bolígrafo.
La calle está vacía,
siluetas sin penitencia
y sin sombra
recorren las esquinas.
Las ventanas,
difuntas,
esconden su mirada.
Tras las puertas
ahora cerradas,
reposan los secretos
que lloran historias pasadas.
Suma y sigue
bella noche mía,
pacificando de sueños, soledades,
viento anciano,
ermitaño,
baña de emociones los silencios,
compañeros de letras,
de pasos,
desnudando abrazos
que poco a poco,
son pintados sobre mis labios.