Lo reconozco,
y sin ponerme
ni un poco rojo.
Soy, de poco
a nada cariñoso,
no sé dé carantoñas,
ni sé dé arrumacos,
pero por dentro,
en aquella oscuridad
tan mía,
quiero, como querer
sé a muy pocos.
Por ello dicen
que mis lágrimas
son oro,
mis abrazos aliento,
y mis besos,
lo que se ama
más allá de donde
amanece la paz
y lo hace el silencio
que nos acaricia y mendiga.
La piel, la carne y la vida.
Si, no soy nada cariñoso,
pero a quienes atrapa
mi pecho mueren conmigo
sin saberse por nunca heridos.
Me siento muy identificada.
Buen poema.
Saludos.