Las tinieblas empañan el sentido de tus besos
Mientras mis manos se deslizan por la enredadera
Y a su paso abren caminos inexplorados dejando
Un destello de delicia que deshace tu oponencia
La tenue luz acaricia tú mirada cuyos ojos
Se desorbitan al tacto de nuestros entrelazados
Cuerpos candentes que se sumergen en lava
Ardiente de volcán en erupción y gimes de deseo
La habitación resguarda la incandescencia
De nuestra exposición vertiginosa cuyos
Lamentos se quedan guardados en psicofonías
Que permanecerán por años cual voces suspendidas
La cama, el centro de nuestro palpitar sucumbiendo
Ante la batalla cruenta y desgarradora en la que ambos
Dejamos sudor y sangre como huellas que dan testimonio
De nuestra reunión a la media noche en aquella ocasión
