TusTextos

Un Libro, un Chiste, una Paz.

¡Que cursi! - dijo en un tono burlón - No esperes nada porque simplemente no tengo tiempo.

Las horas pasaban y su corazón se ahogaba en su propia sangre gris, buscaba una salida, un poco de paz que le dijese "Todo estará bien, aquí me tienes" y, mientras arrancaba las hojas de poemas, se tragaba el amor que no podía ser. Lloraba en desconsuelo enmudecido, no tenía que hacer ruido porque, para la realidad ajena, él siempre vive feliz, con una alegría verdadera y mentirosa al mismo tiempo que no poseía su punto de equilibrio. Algo que muchos desearían, como él también, estaba sentado a su lado. Le hablaba, se reía, ambos eran tan diferentes que explotaban en perfección rota, allí donde se entrecruza la risa y el intercambio de miradas a los labios. Era la intelectual, la cinéfila, la que sabía hablar inglés, la sonrisa que rompe barreras en la mente, la que daba placer escuchar hablar, mientras que él era el desastre, el sentimiento puro sin escalones, no sabía inglés pero forzaba su poco léxico para impresionarla, el escritor que no leyó lo suficiente, la mueca distraída del "Todo me chupa un huevo" cuando en realidad vivía preocupado.

Se encontraron de casualidad, o la causalidad del destino que el creía que jugó su papel, los condujo a conocerse, para bien, o para mal, a él no le importaba, retorcía frases en su cabeza y sonreía, no la imaginaba desnuda, la imaginaba vestida y con una sonrisa ¿De qué sirve la desnudes cuando el corazón late tan fuerte apenas se sonríe? dibujaba mentalmente en el contorno de sus grandes lentes - cásate conmigo - pensaba aceleradamente -.

No podía prometer un castillo, un cielo, o conocer a todos los directores de sus películas favoritas, él prometía verlas, prometía poder hacerla feliz, o al menos intentarlo, prometía dejar todo para conservar todo... La paradoja del enamorado. Él se perdía entre sus ojos, él temblaba si le hablaba, él reía más de sus chistes aunque se mezclaban con los nervios. Escribió poemas en su honor pero a ella no le gustaba lo romántico, no le importaba, el escribía con el corazón tan apretado que pensó explotar.

El cayó en su realidad, un día se despertó y olió el café, se dio cuenta que no lo miraba como él a ella, que su sonrisa era lo más hermoso y natural que pudo haber visto pero no era de él, que solamente un corazón latía y era el suyo que sentía latir por ambos, - No soy lo suficientemente alto para rozarte siquiera la mano y tampoco soy tan inteligente para estar a tu altura ¿Qué hago acá? - se preguntó mientras la miraba de espaldas bajar las escaleras, ella se gira y le sonríe, como siempre - esto es el suicidio más hermoso que estoy haciendo, gracias - cerró su dialogo mental y siguió bajando las escaleras. Dejó de verla como su amor imposible y la empezó a ver como su salvavidas entre tanto mar.


"La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz"
Hernann Hesse
Cafefrioenpapel03 de octubre de 2016

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