Anoche soñé contigo, no sé bien si eras tú o la tiniebla sutil que aún veo.
Anoche soñé contigo, aunque no estoy seguro que fueras tú realmente.
Anoche tuve un sueño donde aparecía tu aroma, donde veía tu figura desnuda.
Anoche recordé en sueños algo de tus formas, pero desperté.
...
Hoy desperté con una extraña sensación de haberte visto, pero no estoy seguro de haberlo hecho.
Anoche creo que te vi en mis viajes siderales, caminando por llanuras que sólo tú conoces.
Hasta anoche, en mis sueños, sabía que era irreal.
Creo haber recordado, en mis sueños, que aún estás rondando esa habitación.
...
Anoche pensé que te había soñado, pero sólo era un recuerdo.
Anoche lo que soñé no fue un sueño, fue un recuerdo expulsado.
Anoche quise inconscientemente, exprimir mi último recuerdo.
Anoche soñé contigo, pero desperté sin recuerdos.
La intensidad de un recuerdo nos puede transportar a un mundo donde se hacen difusos los límites entre la realidad y los sueños.
Ese recuerdo se va sumergiendo, por agotamiento, en lo más recóndito de nuestra conciencia, como si ya no formara parte de ella. Parece como si lo hubiéramos expulsado.
Todo esto lo has expresado divinamente en tu texto, Camellote.
Un enorme abrazo para ti!!!