TusTextos

José

-¿No la viste otra vez?
–Sí como crees, después de la última vez no podía quedarme tranquilo. –respondí tratando de disimular la emoción.
–¿Y ella que te dijo? –Preguntó de nuevo. –¿Qué me dijo de qué? –disimulé de nuevo.
Abrí los ojos de golpe. Pasó mucho tiempo –pregunté.
–No.–Respondió. – ¿Se siente mareado acaso?
–No, pero me preocupa.
–¿Y hace mucho que tiene esa clase de sueños? –Preguntó con ese tono académico tan rígido como el sillón donde me encontraba.
-La verdad no estoy seguro, no se cuando comenzaron, pero en realidad eso no es lo que me preocupa…–respondí, miré el reloj y traté de acomodarme. Era un sillón de cuero café, bastante nuevo supuse.
–¿Le preocupan muchas cosas verdad? Inquirió antes de que termine hablar.
–¿Cómo qué de qué? –Intenté desviar la conversación.
–Pero que sentido tiene que lo ocultes. Replicó mirándome con desprecio mientras un auto terminaba de estacionar en un playón que daba junto al bar. El ruido no era normal para un auto tan nuevo, ni tampoco la llegada de nadie a esta hora.
Bajé la mirada y traté de omitir la pregunta pero sabía que no tendría sentido, José siempre fue curioso y esta vez no iba a dar tregua con sus preguntas.
–Mira José. –Le dije mientras miraba por encima de su frente buscando entre su pelo las palabras más precisas para evitar confundirlo. Suspiré y me rasqué la cabeza.
Del auto se bajó alguien, e instintivamente me paré. Arrastré la silla sin hacer ruido y le dije, por las dudas agacháte.
– ¿Que pasa? –Replico José.
– Agacháte.
– Ah Volvió a suceder! Lo ve! ¿Cuanto tiempo paso esta vez?
– No pasó un segundo. Usted piensa que paso mucho tiempo?
Miré mis zapatos y traté de acomodarme de nuevo.
– ¿Se acuerda la ultima pregunta que le hice? – Preguntó esta vez más serio.
–¡Sí! –dije enérgicamente.
–¿Se acuerda qué soñó esta vez?
– Sí – dije nuevamente. – Bueno en realidad no estoy seguro.
–Bueno, podría empezar respondiéndome la última pregunta. Insistió esta vez con menos paciencia. –¿Se acuerda la pregunta no cierto?
–Sí claro esforzándome por parecer lúcido. – Mire, la verdad no estoy seguro. A veces me preocupa que no me preocupen tantas cosas. Pero en realidad no quería hablar de eso.
Ahora él miraba el reloj. Se acomodó sus lentes en un ademán muy docto. Si habría tenido barba seguro la habría acariciado, pero no. Apenas se topó el mentón y desde el rincon mas famélico de su garganta salió una suerte de tos en señal de afirmación. Me miró por debajo de sus lentes con cierta soberbia y preguntó,
– ¿No está cómodo en el diván?
– ¿Me lo vas a decir o no?
–Sí, sí te voy a decir. Pero agáchate por favor. –Lo mire a los ojos y sentí el mango frío de mi revolver acoplarse perfectamente a mis dedos. Lo hacía siempre, era un reflejo natural cuando me sentía inseguro.
Desde donde se podía ver dos personas se bajaron, era una Cherokee negra sucia. Los vidrios podrían haber estado polarizados pero tenían demasiado polvo para saberlo.
Una chica rubia alzó la mirada y me vio. Sonrió irónica y llamo al otro que manejaba.
–José prométeme que si salimos vivos no me vas a seguir.
Abrí los ojos asustado y respiré agitado. Le quise preguntar si había pasado mucho tiempo esta vez, pero de cualquier forma ya sabía la respuesta. Me toqué la frente y bostecé.
Me miró a los ojos, supongo que esperaba que le diga algo más.
–¿Se siente incomodo en el diván?
– No, no es eso. Bueno sí. Es bastante duro. Supongo que evita que la gente se duerma.–comenté para darle vida a su rostro acartonado, pero no hubo caso.
–¿De qué hablas?
Solté por un segundo el revolver y le dije,
–No creo que salgamos vivos, pero si lo hacemos te prometo que te contaré.
Un disparo destrozo el vidrio y José gritó. Lo agarré de la camisa y lo tiré al fondo.
–¡Que te agaches la puta madre!
Disparé al aire pensando que quizá eso los tranquilizaría, pero sus disparos se multiplicaron. Me cubrí la cara para evitar los vidrios y volví la mirada hacia él.
–¿José estas bien?.
–Sí. –Respondió casi sin mover los labios. Tosió tratando de decir algo pero no pudo.
Respire aliviado y conté las balas que quedaban. Eran tres. Chasqueé los labios y suspiré de nuevo.
–¿Veo que no tiene problemas para dormir? –Dios mío pensé. Le pagan para hacer preguntas. Miré sus libros alrededor y me sentí azorado.
–Hay días que no duermo. –Respondí. –hay otros en los duermo mucho. No siempre duermo mucho. A veces duermo sin sueño y otras veces simplemente…
–No tenemos más balas –les grité.– Nos rendimos. Lo que quieran llevarse háganlo. No habrá resistencia.
A lo lejos le escuche a la rubia reírse y una voz más gruesa la correspondió con la misma sorna. Volví la mirada a José y este temblaba apenas. Su mirada estaba inmóvil. Tenía la cara contra sus rodillas el pecho se ajustaba contra sus muslos en posición fetal.
– ¿José estás bien? –pregunté otra vez. –Te dieron.
Un hilo de sangre salía de su boca y la mandíbula le temblaba.
–No, no me dieron estoy bien. Solo tengo frío.
Había vidrios por todo lado y aunque los disparos habían menguado todavía había un eco del tiroteo en el lugar.
– Me siento muy cansado. Está bien si continuamos la próxima semana. Siento que no llegamos a nada doctor. –Esta vez no preguntó nada más, simplemente se limito a toser.
– Esta en lo cierto José. –Afirmó resignado.

Carlosesteban10 de febrero de 2011

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