Hay momentos en la vida en los que encuentras a alguien, y cuando lo conoces nada vuelve a ser igual. Y ocurre cuando menos te lo esperas, como cuando vas por la calle y ves un billete de 5 euros, o cuando te encuentras a alguien después de mucho tiempo. Pero esto es diferente, muy diferente. Porque cuando ocurre, cuando esa persona entra en tu vida sientes que todas las demás pierden importancia, y solo la quieres a ella, para siempre. Porque cuando os conocisteis sentiste que puede existir de verdad, que puede haber alguien que te pueda querer, alguien que no te vaya a hacer daño, alguien que te haga feliz con el mero hecho de respirar. Y es que cuando recuerdas el simple sonido de su risa, o cuando recuerdas aquella absurda conversación se te pone una gran sonrisa en la cara, como si nunca te hubieran echo daño. Pero si lo hicieron, y mucho, por eso tienes miedo de que vuelva a pasar. Aun así, sigues cada día con esa esperanza de que te hable, que te diga un "buenos días" y no te puedes ir a la cama sin su "buenas noches". Que está siendo demasiado importante para ti como para perderlo. Pero a la larga sabes que pasará, no porque te deje de querer o porque tu lo dejes de querer, pero como siempre hay algo que se interpone, y esta vez es algo muy grande. Esa gran distancia que os separa, hace que sea cada vez más imposible volver a verle, volver a abrazarle o tenerlo cara a cara. Porque no son ni 200, ni 500 kilómetros, son muchos, muchísimos más. Y cada vez que lo piensas se te van todas las esperanzas y te vuelve el miedo a ser dañada. Aun así, queda aquella promesa, y aquellas palabras de que daría la vuelta al mundo solo para ir a verte, entonces esta vez no hay vuelta atrás.

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