Un hombre joven escribe en su cuaderno negro, ha preferido usar un lápiz y papel para no exponer su cansada vista ante la luz del monitor de su laptop. De su puño y letra, hilvana cuatro oraciones para su ejercicio de escritura; las borra y vuelve a colocar otras. Cualquier desconocido pensaría que en ese cuarto habita un ser que busca la perfección, pero no, hay un ingeniero queriendo ser escritor o un escritor disfrazado de ingeniero; lo cierto, hay pensamientos que perturban su tranquilidad.


     Se levanta de la silla; se tumba en la cama y cierra los ojos buscando concentrarse... «Noche de musas, es un buen título- pensó el pseudoescritor, pero luego rectificó- mierda de título, es lo que es, con eso hago nada», metió la cabeza en la almohada y su respirar se fue ralentizando. Se puso de pie y fue hasta el equipo de música, lo encendió y sonó una melodía clásica de una de sus estaciones de radio favoritas.

     De vuelta al escritorio, lo invadió una frase, dicha por uno de los personajes de una película que había visto la noche anterior: «Siempre que tenía que ir a un lado, yo iba para el otro. Era como un pollo caminando sin cabeza». Palabras que primero le afloraron una sonrisa, luego, se tatuaron en su conciencia, pues eran reflejo de su vida misma. Fueron muchas las veces que erro una decisión: haber escogido la programación de sistemas por encima de la escritura, aunque con el tiempo había aprendido que no eran oficios excluyentes, solo era cuestión de distribuir el tiempo para cada uno. También hubo una vez que intento conquistar a una mujer cuando en realidad le gustaba más otra, que para el día de hoy, ya no está disponible. La solución de esa última situación y muchas otras, también la comento el personaje de la película «comienza otra vez», y es lo que decidió hacer, dejar atrás la lista de los malos caminos andados y tomar uno nuevo.