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Yo No Los Vi Llorar, Pero Sequé Sus Lágrimas


Lo que está claro es que las desgracias vienen todas juntas, sí, de la mano, como si de sombras caminantes se tratasen.
El otro día iba caminando por la calle, eran uno de esos días en que lo único que te consigue despertar es la ráfaga de aire fresco que te da de lleno en la cara y recorre todas las extremidades de tu cuerpo bloqueando un posible amago de sacar las manos de los bolsillos. No hablo de miedo, que también, sino de esa sensación que se acomoda en tu cuerpo fácilmente, ya sabéis. En fin, que iba caminando con la mente en blanco hasta que me di cuenta que los cordones de mis botas habían decidido desatarse, “con todas mis ganas” me agaché, en ese momento, justo cuando mi boca se habría para expulsar el vaho, mis ojos se detuvieron unos metros más adelante de mis botas desgastadas, mi pupila se centraba en un hombre y una mujer sentados en el suelo pidiendo ayuda para comer, para vivir. Me quedé un rato observando a esa pareja condenadamente joven, y digo pareja por la complicidad que regalaban sus sonrisas. A modo de mesa, un cartón y en este varias pulseras de colores vivos que ofrecían a cambio de ayudar en su desesperación. Yo perdí por completo la noción del tiempo en esa mañana tan fría y me vi parada frente a ellos observando todo lo que mis ojos me permitían si pasar de indiscretos. Todas las mañanas paso por ese mismo lugar y a mí ya no me despierta el frío del invierno, el sol del verano, el gentío, algún que otro peatón con prisa o los llantos de los niños que se resisten a ir al colegio, me despiertan ellos. Yo voy creciendo y madurando, creedme que yo a través de mis ojos veo como ellos lo hacen, ¿la sociedad lo hace con ellos? Hace unos días, junto a esa pareja de sonrisas bonitas, un banco colocaba en una de sus cristaleras, uno de esos carteles enormes que te invita a un mundo mejor, emprendedor, un sitio seguro donde construir tu vida, tu hogar… la hipocresía fue tanta ante mis ojos…nadie te invita a nada y menos cuando estas en el suelo. Desde mi humilde postura diré que tengo una de mis muñecas llenas de pulseras de colores vivos. No sé si estoy cambiando algo, pero sé que la esperanza se cultiva con poco. Tengo 24 años y no sé qué oportunidades me podrá ofrecer este mundo en el que vivimos, pero tengo una familia, el apoyo más grande en tu vida, aquellos que te recogerán del suelo una y otra vez, una madre que me regala unas botas con unos cordones sumamente largos que hacen que me agache y vea la realidad por las mañanas. Hace días que no los veo y mi mente vuela de una forma descomunal hacia esas sombras caminantes, y para entender esto invito a leer el inicio de este mi testimonio, mi reflexión, nuestra realidad.
Amigos, la fortuna viene de a poco y toda fortuna o felicidad repentina esconde un tormento y aunque la caja de pandora se abra para no cerrarse en mucho tiempo, la esperanza se cultiva con poco y llega directamente al corazón, el motor de la vida.
Cleopatrix11 de marzo de 2013

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