Cuando las corporaciones locales
hacen de sus cabildos chiringuitos,
traspasan línea roja con delitos
al amparo de fuerzas policiales
que ya no son protectores cabales
sino culpables de cortocircuitos
en la armonía, que rompen a gritos
con los que a su entender no son leales.
Y así se multan a nivel local,
hechos privados poco reprobables
con aquiescencia a nivel nacional,
con uso de formas poco agradables
que rayan el tono dictatorial
que los transforma en seres deleznables.