Estaba a punto de terminar el verano, habían terminado sus primeras fiestas patronales y su familia estaba inmersa en la campaña de la vendimia que ese año se había adelantado. Había cambiado un paisaje verde y húmedo de temperaturas suaves en verano con inviernos fríos acompañados de nieve abundante en el entorno de una gran ciudad.... desde la condición de emigrante..., por un paisaje árido de tipo mediterráneo salpicado por interminables viñedos plantados en vaso y divididos en parcelas irregulares, además de algunas plantaciones de almendros y de olivos que aumentaban a medida que uno se acercaba a la población,...con la consideración de alguien de fuera.
Desde la dulce e inocente felicidad de un entorno cómodo y reducido y el recelo constante en una comunidad extranjera multicultural que él mismo integraba, desembarcaba quizá con falta de destreza en un mundo más abierto, con grandes posibilidades de relación a priori, aunque a la postre resultó ser un ambiente lleno de envidias, picaresca y zancadillas, incomprensible para una criatura tan pequeña.
No ayudó el que fuera inteligente y servicial en ese mundo infantil de pillos ni que tuviese, al menos inicialmente, muchos juguetes que los demás, ni soñaban y que inconscientemente en su ignoracia usaría como moneda de cambio. No empezaban pues buenos tiempos como pronto percibiría.
No obstante le gustó su primer día de colegio. No eran muchos niños. Una profesora de mediana edad atendía en la misma clase dos cursos, reuniendo ese año en total unos veintitrés alumnosentre chicos y chicas, lo que no estaba mal. Descubrió que los ratos que tuvo pasar con su madre en casa aprendiendo a leer, escribir y realizar las cuentas básicas el año anterior, si quería bajar a jugar al jardín, ahora le daban un respiro en aquella atmósfera hóstil. O quizá lo empeoraba, reflexionaba hoy. De cualquier manera, fácil o no, no se amedrentaba ante las adversidades cuando se presentaban. También es cierto es que no esperaba peleas en las que los contrincantes le doblaran la edad como sucedió en cierta ocasión cuando pretendieron usarlo como blanco de feria móvil "a pedradas" y debió intervenir su padre, para que aquel incidente no se volviera a repetir.
Este último recuerdo le devolvió a la amarga realidad que le estaba tocando vivir.
La silueta del autobús se empezó a divisar a unos escasos diez metros y casi al instante paró a su lado, abriéndose la puerta enfrente. Con gesto serio y cabeza baja, saludó al conductor y colocó la tarjeta en la validadora dirigiéndose después hacia la zona media y sentándose en el lado de la ventanilla.