Se apagaron tus ojos de luna y oro,
farolillos de luz que penetraban la noche,
cayó tu porte elegante y orgulloso
tu paso se detuvo y se hizo lejano.
Yo siempre tu presencia he amado
presencia callada, discreta, felina,
cómplice leal de los silencios y latidos
de esta soledad que compartías.
Compañero, compañero mío querido
tuviste que marcharte, y emprendiste
el camino de la ida sin retorno
dejándome en la agonía de tu ausencia.
Siempre lloraré ese instante terrible
en que tuve que elegir liberarte de dolor
a costa de mi propio tormento
mas no debía retenerte aún con vida
cumplido ya tu tiempo.
En mí la memoria de tu mirada limpia,
el cariño en tus pupilas, tu tacto suave,
tus travesuras y juegos de ser inocente,
el plácido sueño en noches de invierno,
bienvenidas y despedidas esperándome.
Y quiero imaginarte en un cielo felino
tendido sobre el blando algodón de las nubes
o persiguiendo juguetón el vuelo de las aves
o vigilando curioso mis modos humanos
mientras te escribo versos tristes
Ay gatito mío, cuánto te extraño!
Ay gatito mío, qué hermoso fuiste!
