Me inundaste con tus cataratas de silencios
que arrastraron a cruel abismo mis palabras,
cayendo cual tiernos lirios entre turbias aguas,
arrancando su inocencia la corriente gualda
de tu antojo, cual río de muerte en febrero
aterido, cual despojo de esperanza perdida.
Me sembraste con semillas yermas de vida,
desflorando primaveras blancas, regaladas
a tu invierno frío. Helaste las verdes retamas
de bellos abriles, ahogando en tu escarcha
los jazmines y los nardos de un mayo florido,
perfumando de desencanto tu aire y el mío.
Puede que broten alguna vez tus verbos febriles
mas tú ya me desbordaste entre silencios añiles:
Tan largo fue mi llanto sobre tu tierra baldía
que ya no podría, amor, ser de nuevo flor de un día.