Más triste que una despedida es el silencio
de una huida sin palabras, pues en suspenso
queda el adiós, inconcluso el último recuerdo,
sorprendida la razón, y aquel postrer aliento
que se espera, esa explicación del ya no quiero
que no se hace verbo, pesa más en el corazón
que la verdad valiente, aunque engendre dolor.
No hay queja ni se dice el motivo, no hay ocasión
para la protesta ni el grito, el llanto ni la maldición.
mas tampoco para un abrazo sentido, desear lo mejor,
transmitir que se ha entendido, que no hay rencor;
y ofrecer una última sonrisa a quien tanto se amó.
Sí, más triste que una despedida, es la cobardía,
el silencio, la ausencia de un adiós, y la agonía
de quien merecía recibirlo, y nunca lo recibió.