Tú estás ausente mientras mi verso te versa,
callado en un tiempo que rimo en presente
sin ecos que nombren, sin ojos que vean.
Oh mi amado, amado mÃo, sin piel ni verbo,
arado del surco silente que siembro de letras,
cosechando inviernos en vez de primaveras.
Y tu ciega sordera de mi presencia, ¡cómo duele!
Duele el poema que por ti se apena, la condena
que a ti me encadena, la espera que desespera.
Mientras tú estás ausente me pierdo en palabras
que no te llegan, y muero, muero porque me oigas,
porque me veas Â…