Y se fue con la tarde, con el último rayo del día
El aire del ocaso se impregnaba de ausencia y llanto
con sus colores pálidos y fríos en plácida armonía.
Y yo escuchaba impávidos verbos de sus labios.
Cada letra, cada sílaba se encadenaba a la agonía
de un dolor que ya presentía que sería el naufragio
de mi corazón que se hundía; y se hizo el silencio
al fin, mientras mis ojos en el horizonte se perdían.
Lejos quedaba el azul de mis días mientras crecían
las sombras susurrantes sobre la bahía; miré al cielo
sobre los palmerales, sus ramas ondulantes lo teñían
de sangre, sus hojas punzantes danzarinas al viento.
Pues ya no había brisa marina para acunar mis sueños
ni espuma que bañara mis olas en deseo; se deshacían
las nubes, otrora blancos algodonales, en negras estrías
que letales cruzaban la luna que alumbraba mi duelo.
Y miré las aguas que en inmensidad se extendían
y me imaginé llevada a la deriva , sin faro ni puerto
donde ampararme; su soledad salina me sobrecogía,
sus fondos abisales me llamaban para ser mi lecho.
Mi amor se fue con la tarde, y con él toda mi alegría