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Aquel al que Llaman Titiritero

Día 1: Invisible en un mundo destacado por la extravagancia se acercó a mí. Me presenté escéptica en un principio. Sin embargo, me sedujo con la zalamería de sus palabras.

Día 2: Encuentro irreal que podía pasar como un sueño. Me había olvidado de él. Sin embargo, él no se había olvidado de mí.

Día 3: Cada día era más especial. Intentaba indagar en lo más profundo de mi corazón; que le demostrara quién era en realidad. La dulzura y calor de sus palabras me envolvían.

Día 7: Se había cumplido una semana de nuestros constantes encuentros. Me analizó por completo: risas, aficiones, gustos, deseos, anhelos, deleites; todo aquello que amaba y consideraba parte de mí.

Día 10: El amor crecía y se hacía cada vez más profundo. No lograba sacarlo de mi pensamiento. Era el motivo de mi risa e inspiración diaria.

Día 20: Habíamos llegado a una relación seria y profunda. Tanto, que parecía parte de mí y yo parte de él. Sin embargo, me sentía un poco débil...Pero, no importaba. Poco se requiere para estar enamorado, pero nadie ha pensado en sus consecuencias...

Día 48: Los dolores se hicieron cada vez más profundos. Ya no era tan hermoso como antes. El roce de nuestras miradas se convirtió en un mero anhelo. Ahora existían los secretos...

Día 67: Ojeras, caídas constantes, dificultad respiratoria, cansancio incluso al comer...No sabía qué iba a pasar.

Día 78: No podía pronunciar palabra. Poco a poco el decaimiento aumentaba y no se daba cuenta. Parece que mientras más débil era, él se hacía más fuerte.

Día 97: En un gesto de amor y a penas fuerza corporal decidí levantarme y hablarle. Sentía una presión constante en mis brazos y piernas ¡No podía moverlas!

Día 105: La monotonía fue mi fiel compañera...El sol poniente alumbraba la mirada de la que alguna vez se ilusionó con el amanecer. La luna reflejaba el llanto de un rostro desfallecido; sin brillo; sin color...

Día 120: De forma inconsciente realicé una maniobra que nunca pensé realizar en vida...solo en mis más profundos sueños...

Iba de un lado a otro. Caminaba, saltaba de aquí para allá...Mi mente era consciente pero mi cuerpo funcionaba a su manera. Aquella cárcel corpórea me empujaba hacia un destino desconocido.

Un movimiento horizontal, vertical y después un salto diagonal. Un paso a la derecha y otros dos hacia la izquierda. Me guiaba a cualquier dirección; dirección mediante sus cuerdas. Aquellos lazos invisibles que amarran el corazón y lo destruyen lentamente; cuerdas sutilmente disfrazadas que congelan el alma y no permiten avanzar; que te culpan por el error cometido y destruyen la ilusión de continuar; que solo anhelan controlar tu forma de ser y pensar, aquello que quieres hacer y que harás.

Si lo invitas entrará. De ti depende dejarle pasar.

¿Que cómo lo sé? Una vez fui su prisionera. Si. Prisionera de aquel que destruye los sueños. Ahora me llaman superviviente solo por haber sido valiente; por haber vencido el miedo...Por haber vencido a aquel al que llaman titiritero.

Daniela Verenzuela

http://tuvequeescribirlo.blogspot.com.es/
Danininetyfive28 de agosto de 2016

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