Escúchate. Oyete pensar lo que sientes y dilo. Grítalo. Grita que detestas que te miren de arriba a abajo con cara de "qué te crees" y dispara. Una vez. Dos y tres. Las que hagan falta. Aprieta el gatillo, el puño, los dientes.
Espera. Espérate a cruzar cuando esté en rojo. Lo harás sola y tendrás que esquivar muchos coches, es el precio a pagar. Esquívalos. Esquiva miradas obtusas que rebotan y se van habiendo creído conocerte. Cruza. Cruza los cables, no los dedos. Trabaja la locura y haz que parezca lo normal. Para eso no necesitas suerte.
Esfuérzate. Estudia tus defectos y preséntate al examen. Responde todas las preguntas con un puedo mejorar y usa el boli para tachar las excusas. Táchalas. Tacha los límites con una línea vertical. Aférrate a ella y escálala hasta tocar el cielo. Tócalo. Toca las veces que has temblado de miedo para luego gritar de la emoción y ríete al darte cuenta de dónde has conseguido llegar. Ríe. Trónchate de lo pequeñas que se ven desde ahí arriba aquellas personas que juraron que no podrías.
Jura. Júrate mantener los pies en el suelo y vuela cuando te apetezca. No creas que por haber tocado el cielo tienes derecho a romperle la nube a cualquiera. Rompe. Rómpele las cadenas a quien sigue atado y levántale del suelo. Ata. Ata los miedos, cuélgalos y deja que se sequen.
Seca. Sécate las lágrimas y el sudor, y guárdalo todo en un frasco. Contémplalo cuando vuelvas a dudar. Vuelve. Vuelve a gritar, a esquivar, a esforzarte, a tachar, a tocar, a reír, a jurar, a romper, a atar.
Vive.
Vívete.
Que nadie te viva.
