-Silvia, tranquila.-Se dijo a si misma.-Desgraciadamente, solo ha sido un sueño…
Empezó a cepillarse el pelo, con delicadeza, mirando la pétrea figura que se reflectaba en el espejo del cuarto de baño, sintiendo que su alma se despedazaba en fragmentos milimétricos, mientras se encerraba en la oscura habitación de la melancolía. Su rostro se mostraba pálido bajo las ambarinas luces de la pequeña habitación. Silvia, decaída, se postró, situándose en el suelo, humillada, sin saber el porqué…
Sintió una suave caricia que le revolvía el pelo, se volvió en un acto reflejo, con los pelos de punta y una sonrisa en la cara, que desapareció al no hallar lo que quería, o más bien, necesitaba. Lo único que encontró fue la ventana abierta, y sintió que una ráfaga de viento la envolvía, cariñosamente. Se levantó de un salto, retocándose el cabello con sus finos dedos, mientras recorría la habitación con una nostálgica mirada. Alzó la mano para alcanzar del cajón de arriba un viejo colgante en forma de luna, ya un poco destartalado, pero a Silvia le seguía pareciendo precioso, ya que el valor sentimental era mayor que el material. Se lo colocó tímidamente, mientras alzaba la mirada al espejo para ver cómo le quedaba. En él encontró unas borrosas letras, escritas gracias a la humedad de la habitación, en las cuales se podía leer con un poco de dificultad un mensaje, que hizo que Silvia se emocionara: “te quiero”
-Mike…-Susurró, mientras una fina lágrima se deslizaba por sus mejillas, recordando aquel momento en el cual se volvió a encender aquella llama en su interior, después de tanto tiempo.
Recibió una brisa silenciosa como respuesta, y contestó a aquel mensaje escrito en el espejo, ruborizándose, “yo también te quiero” pensó.
Se terminó de arreglar y bajó las escaleras hasta la cocina, lentamente, pensando en cómo había podido llegar aquel mensaje al espejo sin que ella se hubiera enterado, y por qué Mike no se había presentado delante de ella, si no que le había mandado un mensaje, habiendo entrado en su casa…
-Ya era hora de que bajaras, ¿Quieres café o un vaso de leche?
-No tengo hambre…
-¿Te vas a ir sin comer?
-Sí…
-Llévate una manzana aun que sea.
-¡Mamá, joder, que no tengo hambre!
Las clases sucedieron con normalidad, Silvia se durmió en clase de Historia, y las clases de Música, Matemáticas y Gimnasia las pasó mirando las musarañas, como de costumbre. Para terminar, la de Valenciano no asistió a clase, a si que le dejaron salir una hora antes.
No se entretuvo como de costumbre de camino a casa, si no que llegó lo más rápido posible, atajando por los parques que ella mas odiaba.
Cuando llegó a su casa subió corriendo a la habitación, sin decir nada a nadie, y se quedó sumida en sus pensamientos, sin dar señales de vida.
-Silvia, ¿Bajas a comer?
-Ya voy, Mamá.
Se levantó poco a poco, con mucha lentitud, para quedarse sola el mayor intervalo de tiempo posible. Se quedó plantada, mirando hacia la ventana, una imagen se veía a través de ella, con un poco de dificultad, era translúcida, pero Silvia estaba segura de su presencia, en cierto modo sabía que él la observaba, y se sintió segura de repente. Algo dentro de ella le decía que pronto se volvería a reunir con él, y eso la reconfortaba.
***
Mike echó el último vistazo a través de la ventana, sin atreverse a entrar de nuevo. Sonreía, pero esa sonrisa era triste, le dolía tener que dejarla ahora, después de lo que acababa de pasar hace un momento, todo eso le superaba, aunque ya lo había vivido hace un tiempo, pero no era lo mismo, él la quería, y el hecho de dejarla por unos meses, o quizá años… lo destruía por dentro.
Se puso en marcha, mientras observaba como Silvia vagaba por la habitación, como un alma en pena. De pronto vio su mirada dirigirse a la ventana, donde estaba Mike, se paró, mirando fijamente, sorprendida. Mike se ruborizó, aunque Silvia no podía verle. Sabía que no era visible a los ojos humanos, sabía que no podía entablar conversación con ella, pero algo dentro de él le decía que ella presentía que estaba allí…