Sabía que debía volver a dormirse, que no eran tiempos de desobedecer a los mayores, y mucho menos al Señor. Pero se incorporó, y tal vez por esa irrefrenable necesidad que tienen los niños de provocar a Dios, Aurora se destapó y con pies descalzos salió de su habitación. Porque, desengáñense, no es Dios el que nos sitúa constantemente frente a irresistibles tentaciones, somos nosotros los que intentamos retarlo, manipularlo
con acciones que cuestionan todo el tiempo su infinita bondad para con nosotros: ¿me querrías tanto si desobedeciera a mis padres?, ¿te enfadarías conmigo si renegara de ti?, ¿me perdonarías si acabara con la vida de otro ser?...
Más en:
http://www.amazon.es/En-tardes-de-caf%C3%A9-ebook/dp/B00BF4RXFU/ref=sr_1_8?ie=UTF8&qid=1375093119&sr=8-8&keywords=tusrelatos