TusTextos

Ayer VolverÉ a Ti

Hoy se ha casado mi hija la menor, Violeta, mi ojito derecho. De la iglesia al hotel hay apenas unos cien metros, he preferido ir caminando, setenta y cuatro años no son tantos cuando se tiene el espíritu de un chaval. Y ese es mi caso, aunque tenga revisión del corazón una vez al mes, aunque perdiera algunos dedos en guerras absurdas contra vecinos, en una época donde pensar era un gran conflicto y hablar en voz alta, toda una hazaña. Mi vista está cansada, tanto como mi espalda, y las malditas rodillas no me responden, es como si no fueran de este pobre viejo con alma de niño. Me es inevitable pensar en mi muerte. La he esquivado mil veces, pero algún día vendrá, ya me ha enseñado los dientes más de una vez en velatorios de algún que otro amigo. Hoy he visto a mi niña en el altar con un joven que merece la pena, hoy es un día especial, mis nietos se han empeñado en acompañarme, pero necesitaba caminar solo y pensar, pensar y alegrarme. Hoy el sol que me ciega desde los cristales más altos me hace sonreír, y sonrío, y sumido en todo aquello, siento un golpe certero en la espalda, el dolor es tan fuerte que no me deja disfrutar de los segundos que estoy volando y viendo todo dar vueltas.
El conductor de la furgoneta que me ha arrollado baja de su vehiculo y me ayuda a ponerme en pie, me sacudo, y le explico que mi niña se ha casado y que iba distraído de pura emoción. Tras ver que todo anda bien, todos los curiosos empiezan a alejarse y él vuelve a la furgoneta.
A partir de ahí todo empieza a ser diferente. Sigo caminando, y pienso que el golpe ha debido hacerme algún bien, porque a cada paso, mi vista va mejorando. ¿El mundo sonríe o es que ahora veo mejor sus labios? Me siento más ligero, cada vez mejor. Mi columna se endereza, mis pasos son más firmes cada vez, me da incluso la impresión de que puedo soltar mi bastón. Debe ser el entusiasmo.
Estoy soñando, eso parece. Camino erguido, suelto el bastón, tengo ganas de empezar a correr y decirle a mi familia que ha ocurrido algo increíble, me estoy curando. Me siento joven, cada vez más. De pronto siento un cosquilleo en la cabeza, me paro y siento como una mata de pelo empieza a cubrirme la frente, ¿pero que demonios?, ¿qué cojones me está pasando?
Empiezo andar más deprisa, pero cada vez veo más lejos el hotel, es como si estuviera caminando hacia atrás, es eso, literalmente eso. Cada paso, estoy más lejos, y empiezo a ver escenas de mi vida. Todo va hacia atrás, incluso las manecillas de mi reloj están retrocediendo. Debo haberme dado un buen golpe, me estoy volviendo loco.
Mi madre se acerca a mí, me besa en la frente y me calma, me dice que todo está bien, que todos me están esperando. Esa carita dulce me hace llorar, esa carita que me dio la vida. Mamá, mamá, llevaba quince años sin verte, ¿qué haces aquí?, te fuiste hace tanto tiempo.
El rostro de mi madre va cambiando, cada vez está mas guapa, más joven. Y así la veo en el claroscuro que forman las nubes, y los días y noches que transcurren a toda velocidad, como se ve en algunas películas.
Al pasar por un escaparate veo mi rostro, sin arrugas, sin canas en el cabello, y empiezo a saltar de alegría.
Y aparece mi otro gran amor, Rosa, Rosita, has vuelto. Que contentas se van a poner las niñas cuando te vean, tan joven, tan linda, pero Violeta no puede haberse casado hoy, la trae Rosa entre sus brazos, no es más que un bebé. Vuelve a ser un bebé, tan indefensa como esta mañana en el altar, tan bonita como hace unas horas.
Y de repente ya no la veo, ha sido mirar un segundo como los edificios más alto van desapareciendo, para dejar espacio a los más antiguos que se yerguen con todo su esplendor, y Violeta ha desaparecido, aun no ha nacido.
Rosa se acerca y me besa dulcemente, por primera vez, de nuevo es la primera vez que me besa, y se va, sonriendo, con una sonrisa pícara que se enfrenta a mi más tímida mirada, que alegría cambiar la última vez que la vi en la cama de un hospital por esta vez, donde la última vez que le miro a los ojos no es otra que la primera vez que la vi pasar.
Rosa no está, Rosa no es más que el recuerdo de algo que aun no ha ocurrido, y mis amigos de juventud me acompañan, y nuestras ropas van cambiando con cada paso que retrocedo. Mis amigos hablan conmigo de nuestras juergas, lamentamos las vidas de algunos compañeros caídos en la guerra, y conforme lo nombramos, van llegando. Mi mano empieza a sangrar, y de entre el humo de una explosión, mis dedos vuelven a resurgir como por arte de magia. La guerra ha acabado, no, mejor dicho, la guerra no ha empezado. Y en la antigua plaza donde pasé mi infancia vuelvo a ver a todos mis amigos, a mi madre trayendo la compra, a mi padre recogiendo el periódico en el bar de la esquina, se acerca a mi y me da la mano, apenas le llego a la cintura. Le pido que me deje jugar un rato al balón y escapo de su mano. Mientras mi padre besa enamorado a mamá, yo soy un niño de nuevo y comprendo que esto es en realidad la vida, un juego de niños, siempre lo ha sido.
Sigo caminando, mi familia me espera en el hotel, pero,... ¿Dónde se habrán metido ahora que no existe el hotel?, tengo que encontrarlos, pero no dejo de pensar que quiero chocolate, siento ganas de llorar, porque necesito chuches y en mis bolsillos no hay más que remiendos de mi madre.
Sigo caminando y algo me recuerda de nuevo mi vejez, y no es otra cosa que las malditas rodillas que empiezan a temblar de nuevo, tanto es así que caigo al suelo, desnudo, pero el amor de mi vida, mamá, corre a levantarme como siempre. Pero no, no me levanta, es ella la que se tiende a mi lado para empezar a jugar con mis pies descalzos, yo empiezo a balbucear al intentar decirle cuanto la quiero, por todas aquellas veces que no se lo dije cuando aun estaba viva. Pero he olvidado decir te quiero, he olvidado como pronunciar mis palabras, y así quedo tumbado bocabajo, sobre el regazo de mi madre, tendida en la cama de un hospital.
Es un milagro, mi niña se ha casado con un buen hombre el mismo día que la oscuridad se cierne sobre el corazón de este anciano de apenas unas horas, dónde floto en una dulce calidez, y no dejo de oír el latir de otro corazón, el de mamá.
Una trágica noticia llega a los oídos de Violeta el día de su boda, su padre ha sufrido un accidente y aun está siendo atendido por sanitarios en el asfalto de una carretera a pocos metros del hotel donde se encuentra.
Mateo, un anciano de setenta y cuatro años yace muerto, y sonríe para sus adentros al pensar que no imaginaba a qué se referían cuando decían que morir era como volver a nacer, ahora ya lo sabe. Aunque ya no se llamará Mateo, ni recordará nada de esa vida que abandona. Tan solo piensa antes de olvidar el modo de hacerlo, en la cara que pondrá Violeta cuando lo vea nacer de nuevo. Es un milagro- piensa-, mi hija, la menor, se ha casado el mismo día en que me entero, antes que nadie, que va a tener un bebé.
Debenetash07 de octubre de 2010

5 Comentarios

  • Alumine74

    Debenetash
    Definitivamente impecable, los trazos que has creado en esta historia que se devora al lector. Me gusta el conteo regresivo que le añadiste, lo hace sumamente interesante.
    Excelente creación.
    Saludos para vos

    07/10/10 01:10

  • Debenetash

    ALUMINE74: Gracias Alumine74, fue creandose sobre la marcha, el final me pilló de imprevisto. Un saludo.

    07/10/10 03:10

  • Norah

    Deseo que muchas veces te pillen los comienzos, y los finales, saludos.

    07/10/10 05:10

  • Beth

    Ojala las sensaciones de la llegada de una muerte inminente fueran así.

    07/10/10 05:10

  • Emme

    Lo único que había leido de vos fue "Gaza" y "el día en que morí" no me imagine entonces que escribias estas cosas... es hermoso! y sabes que después de anoche tienen otro sentido o mejor dicho uno más profundo, gracias por compartir tus textos son geniales

    17/11/10 01:11

Más de Debenetash

Chat