La luna jamás había brillado de esa manera;
Nunca sus lagos luminosos habían bañado de tal forma a la oscuridad,
destiñendo su negrura, hasta volverla transparente.
Yo; permanecí sentado, impactado ante tal evento,
mientras mis ojos eran calcinados por tal lucidez,
lucidez que desgarraba mi cuerpo, pero deleitaba mi alma,
a tal punto que el dolor, quedaba minimizado por la belleza de la destrucción.
-Observaba-
como destellos lunares acariciaban todo
volviéndolo invisible ante mis ojos llameantes;
-Observaba-
como Relámpagos púrpuras cortaban la respiración de cada ser que me rodeaba robando de forma fugaz la fugacidad de sus almas,
mientras sus cuerpos lentamente eran devorados por la luz.
-Sabía que era el fin.-
Las lágrimas de mis ojos se evaporaban;
Mientras el gran espectro luminoso se acercaba a mí.
Lentamente la luz fue desapareciendo, junto con la vida de mis ojos ahora inertes, -Estaba ciego.-
Sentí como mi ultima lagrima se disipo entre ese destello púrpura que nunca vi, acompañando a mi alma a su encuentro con la nada.
Sentí como mi cuerpo era masticado por aquel demonio blanco,
pero jamás vi el rostro de mi acecino.
Esa noche; la luz me llevo al fin, entre los brazos de la oscuridad.
que ironía; siempre pensé que nada era color negro
Armando Alarcón García