El día oscureció tan rápido,
que mis parpados dejaron de moverse,
mis ojos desorbitados se clavaron en el espacio,
la mirada se hundió entre las tinieblas,
algo nunca imaginado,
la pesadumbre cayó tan veloz como un rayo,
tan repentino como un grito engullido por el silencio,
Luego; el calvario...el sabor de tus labios,
es todo lo que quedo de ti,
la ambrosía de tu último ¡beso ¡
Sé de lo que hablas, yo ni siquiera puedo besarla, sólo mirar a través de una ventanilla y llorar mientras me alejo y dejo de verla cuando llego al arrollo de las Huérfanas, allí el retrovisor se despide de ella y al mirar al oeste, bajo unos molinos de viento veo transcurrir mi infancia, la nostalgia del nacimiento de mi padre y madre para cuando llego al alto de cuatro calzadas tener que olvidarme y enfrentarme a un mar de kilómetros que me llevan al mar cuya sal seca corroe mis entrañas hasta hacerme enloquecer.
Dichosa tú que lo has besado y que puedes despedirte con un beso.
Me gusta mucho como escribes.
Pol.