Miró su chaqueta de color azul marino. Se alisó la corbata y se dispuso a recibir al periodista. Algo le decía que no iba a terminar bien del todo. ¿Por qué tanto afán para entrevistarle a él que solamente era un recomendado del coronel para ejercer de apagafuegos cuando la cosa no funcionaba? Y la cosa no estaba funcionando...
- ¿Podemos comenzar ya, Don Paco?
- Prefiero que me llame Francisco cuando se refiera a mi nombre. Lo de Paco ya pasó a la Historia.
- ¿Lo dice por el Papa?
- Lo digo porque no quiero seguir penando...
- Está bien. ¿Por qué no Curro? ¿Qué le parece Curro?
- Demasiado populista. Sigo prefiriendo que me llame Francisco.
- ¿Y por qué no dejamos que lo decida la moneda? Si sale cara le llamo Don Paco y si sale cruz le llamo Curro. Dejemos lo de Francisco para la solemne clausura.
Sabía que no podía escapar de la trampa. Estaba acostumbrado a lidiar con asuntos mucho más peligrosos pero aquello tan terrible de decidirse entre Don Paco o Curro le ponía los nervios de punta.
- Lance usted la moneda, señor periodista, y que sea lo que Dios quiera...
La moneda de Francisco volteó tres veces en el aire y cayó en las aguas del lago hundiéndose hasta el fondo sin remedio alguno.
He visto vivir silencios preñados de palabras y palabras preñadas de silencios.