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Que Haya Paz Donde Hay Hambre (por José Arregui).

La FAO en Roma hace poco nos ponía ante los ojos la realidad más terrible de nuestro mundo: una persona muere de hambre cada tres segundos y medio. Que traducido significa 17 por minuto, 1.020 por hora, 24.000 por día y 8.760.000 al año (otros organismos suelen dar cifras mucho más altas, hasta 36 millones al año). El derribo de las Torres Gemelas con sus cerca de 3.000 muertos fue pavoroso, y absolutamente condenable. Pero los que mueren de hambre cada día son siete veces más numerosos que las víctimas de las Torres Gemelas y del Pentágono. Y eso cada día, no solamente en un excepcional y terrible 11-S, que sin embargo quedó marcado en los calendarios y sigue marcando las agendas de los países poderosos. No es justo hablar de simple "mortandad" en el caso del hambre y de intolerable "matanza" en el caso del terrorismo, pues a los que mueren de hambre en realidad se les mata, por muy difícil que sea especificar quién es el asesino. Nadie muere de hambre por mero accidente o por destino fatal o por necesidad inevitable. Nadie moriría de hambre si hubiera una justa distribución de bienes. El hambre es el más mo¡rtífero de los terrorismos, por muchas vueltas que le demos.

Hay que criticar, sí, la simplificación, la demagogia, el masoquismo. Son muchos y complejos los factores del hambre y de la pobreza. Pero hay que criticar también, y más todavía, la indiferencia, la inconsciencia, el cinismo. La causa principal del hambre es la pobreza. La causa principal de la pobreza de un tercio de la humanidad es la injusta distribución de la riqueza, cuyo primer responsable es la política económica de los países más ricos y de sus empresas transnacionales. La fortuna de los tres individuos más ricos de la tierra es superior al Producto Interior Bruto de todos los países subdesarrollados juntos que suman 600 millones de habitantes. La diferencia más grande entre la "mortandad" provocada por el hambre y la "matanza" producida por el terror, ¿no consistirá tal vez en que la primera no nos afecta, (aparentemente) y la segunda sí?

Nos hallamos ante la mayor cuestión ética, política y religiosa de hoy. Pero tampoco aquí es lo decisivo la delimitación y la asignación de los culpables, sino la toma de responsabilidades. Si tenemos sentido ético o simplemente entrañas, no podemos desentendernos de la desgracia y de la muerte segura por hambre de tantos millones de seres humanos. No podemos desentendernos de ellos en particular si leemos el Evangelio y miramos a Jesús: "Vio un gran gentío y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor". Los discípulos se inhiben: "El lugar está despoblado y ya es muy tarde. Despídeles para que vayan a los caseríos y aldeas del contorno y se compren algo de comer". Pero Jesús les replica: "Dadle vosotros de comer" (Marcos 6, 34-37). La historia se repite hoy. Ahí se juega nuestro seguimiento de Jesús y nuestra fe en Dios. "En un mundo globalizado, donde casi cada año tenemos alguna experiencia "antisinaítica" (Ricoeur) de inhumanidad, inevitablemente estamos llamados a reconocer ahí la presencia de Dios hacia llamando a nuestra responsabilidad".
Diesel12 de enero de 2012

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