Final de mayo. Sábado silencioso éste en que me encuentro meditando en una lejana escena. Me veo paseando con ella (éramos sólo dos niños crecidos en medio de la adolescencia) cuando nos detuvimos en mitad del recorrido. Solitarios. Soledades. El beso surgió solo y profundo. El beso nos unió a las cinco de la tarde en medio de una floración de sentimientos.
Ahora estoy incluyendo en mi memoria aquel primer amor de fantasía adolescente. Éramos dos niños (niña ella-niño yo) con ganas de aventuras. Después... después el viento se la llevó...