En medio de la penumbra de la habitación, él se encontraba sobre la cama y con la mirada perdida hacia el infinito que imaginaba más allá de la ventana abierta. Encendió un cigarrillo de tabaco negro. Miró el reloj. Ya hacía media hora que había pasado la media noche. Su mente no hacía más que pensar, una y otra vez, dando vueltas y más vueltas al mismo asunto. Cogió la cinta y la colocó en su grabadora. Rápidamente la voz de Charles Chaplin se expandió por toda la habitación. Era "Candilejas". Pensó. Tú viniste a mí cuando me voy. Apagó el cigarrillo de tabaco negro en el cenicero que ambos compraron juntos en la ciudad de Munich, cuando viajaron por toda Centroeuropa el verano pasado. Su mirada volvió a centrarse en el horizonte que imaginaba más allá de la ventana abierta. Si ella estuviera allí... él estaría contando tonterías mientras ella se reiría con aquella risa de niña que nunca había perdido a pesar de ser ya una mujer. Si ella estuviera allí... él tendría a su lado a un ser humano con quien poder charlar, contarle todos sus sentimientos, todas sus alegrías, todas sus tristezas. Si ella estuviera allí... él la miraría admirando toda su belleza mientras escucharían juntos "La canción de la alegría". Si ella estuviera allí... pero no estaba y un reguero de lágrimas surgieron desde los ojos de él.
