Han muerto mis palabras, de nuevo y en silencio.
No soy capaz de creer en ellas, quizá porque como
estrellas de un universo creado...
mueren a mi lado; todas ellas.
Vacío de sentires, miro hacia la nada.
Un nuevo vacío que soporta el frío de ser,
y no ser; alborotada teoría de una cuántica cadena.
Condena de los fulgores de los frutos de la ira.
¡Mira! Todo el aire suspira por temor.
Dejé de sentir cuando supe que ya era tarde
para morir una y mil veces.
Creces, para descender la escalera de un nuevo día.
Alegría que ahoga la natural constancia de creer,
de ver lo que nada es, sino realidad jugando a
nada,
Colgada, sobre el olor a muerte de una hormiga
se derrota a los ejércitos de nada es Tierra.
El fulgor de la ira es la guerra,
y la gran Mentira, una diosa encubierta entre jazmines,
Apresúrate a dejar tu palabra sobre un banco,
en una plaza, en la calle, sobre el tronco de un árbol,
en el valle, donde las espigas pretenden jugar a ser
nuestro pan de cada día.
Tu poema es como un último aliento que suspira por volver a la vida. Es muy profundo, invita a la reflexión. Me ha gustado mucho, lo siento, no se me suele dar muy bien comentar los poemas de este tipo. Un beso.