Si la angustia que pisamos fuese tan efimera como soberbia, no seriamos mortales, seríamos casi dioses.
Quizás por eso nos aferramos tan y cobardemente a la esperanza, cuan desgraciado se entierra en la adiccion por temor al recuerdo o al abandono, pobres ingenuos, aquellos que viven de la incertidumbre, aquellos que viven rodeados del azar a la espera de un ápice de certeza.
Mísera yo, por ingenua y desgraciada, por vivir de la incertidumbre, y dormir adicta, presa de mi desasosiego.