Me costó aceptar que no se puede tener todo en la vida. Y que aún teniéndolo todo te sabrá a poco, porque de nada vale que tengas mucho por fuera si por dentro no tienes nada. Y con esto no me refiero a que esté mal tener cosas materiales, que tus sueños sean inalcanzables o que hay que conformarse. Pero el ego siempre va a quejarse, a pedir eso que no tiene, a mirar hacia otro lado, pasado o futuro, diciéndote "eso sería mejor". Ya no me lo creo, es triste, me da pena no creerme mi propia historia pero supongo que ya soy demasiado consciente de ella.
Es un punto de inflexión, uno más en la lista, en el que solo yo soy responsable de mi felicidad. Sí, siempre lo digo, la felicidad está en ti. Pero no te engaño, yo también me decía bueno "quizás cuando esto llegue entonces sea un poco más feliz" y así mentira tras mentira, mirando fuera, huyendo de lo de dentro, idealizando situaciones que fueron generadas en mi mente cual cuento de hadas.
Seguiré soñando, por supuesto, seguiré viendo el mundo con magia, seguiré apostando alto pero ya no desde el mismo lugar. Ya no pensaré que un cambio externo va a determinar mi estado interno, viviré con la certeza de que yo decido lo que siento. En ese momento hay un click, que a la misma vez que libera asusta, ahí acaban tus problemas y comienza tu libertad justo donde nunca creíste encontrarla.
Al ego le duele darse con la pared que un día creyó iba a ser su razón de ser. ¿Y ahora qué? Es lo que se pregunta mi mente. ¿Qué harás ahora sin esas ansias por buscar fuera? Ahora no hay excusa para sonreír ni ser feliz. Entonces me doy cuenta que siempre fui feliz pero que no siempre fui consciente de ello.
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