Tenía miedo a soltar máscaras, personas, conductas. Tenía miedo a encontrarme (sola), tenía miedo a descubrirme y valorarme. Tenía miedo a responsabilizarme de mi vida pues es más fácil responsabilizar a otros y juzgarlos por no complacerme. Y ahí estaba yo, siendo la primera que no me complacía pues la vida me daba el mensaje claro y alto (por más que yo hacía oídos sordos): quédate sola y descubre la esencia que eres, ámate a ti primero, sé tu prioridad, nada está fuera.
Y buscaba respuestas en otros, y buscaba ayuda externa, alguien que decidiera por mí pues asi mi responsabilidad era menor. Ahora me acepto más, ahora observo mi luz y mi sobra, y dejo que ambas sean como son, porque no tiene sentido luchar contra ellas, sería como luchar conmigo misma y eso no es amarse.
Ahora el miedo se ha reducido y escucho con más atención el mensaje que me da la vida. Ahora no quiero complacerte por encima de mis preferencias, no pretendo cambiar para agradarte pues no te necesito y al mismo tiempo me necesito a mi. Ahora me permito ser como soy, con mis virtudes y mis carencias. Ahora soy menos personaje y más sentir. Ahora te dejo ir, a ti, a los personajes, a las obligaciones de la mente, al control... porque dejando ir la vida fluye, porque así puedo vivir el presente donde todo es perfecto porque nada es indispensable, excepto yo misma y el amor propio ese que nada externo puede darme.